Desde hace un tiempo se viene hablando del establecimiento de una tasa sobre las transacciones financieras. Se la suele denominar "tasa Tobin", por el profesor de economía y premio Nobel de ese nombre, aunque de forma impropia, puesto que Tobin se refería exclusivamente a una tasa sobre el cambio de divisas. Recientemente, el Parlamento Europeo aprobó un acuerdo para estudiar el establecimiento de una tasa de este tipo. La última crisis entre la Unión Europea y el Reino Unido ha tenido como uno de sus detonantes precisamente la intención de aquélla de establecer algún tipo de tasa sobre transacciones financieras. Argumenta el Gobierno británico que sólo debería hacerse si es global, mundial. Últimamente el Presidente Sarkozy ha vuelto a esa idea, quizá empujado por sus urgencias electorales, y considera que la UE debe establecerla aunque no sea secundada por otros países. Vayamos por partes...
Una de las razones que se esgrimen para el establecimiento de la tasa es la necesidad de reducir la volatilidad financiera. La mayoría de los modelos teóricos elaborados para analizar el asunto, concluye que la tasa contribuiría, efectivamente, a reducir dicha volatilidad, aunque algunos lo condicionan a su tamaño. En cuanto a la evidencia empírica, es escasa y se centra en tasas similares establecidas en algunos países, así como en la relación entre costes de transacción (los costes asociados a las transacciones financieras) y volatilidad. Mayores costes de transacción conducen a una mayor volatilidad, pero queda por dilucidar si la tasa actuaría de la misma forma que los costes de transacción. En cualquier caso, discúlpese el trabalenguas, aun admitiendo que su aportación a la estabilidad de los mercados sea improbable, adecuadamente diseñada es igualmente improbable que los desestabilice.
Otro aspecto relevante es qué instrumentos gravar. Está extendida la opinión de que la base debería ser amplia, incluyendo acciones, bonos, futuros, opciones e intereses swaps (contratos de futuros). En cuanto al alcance de la tasa, se plantea el problema de la evasión, que es lo que ocurriría, dicen quienes se oponen a la tasa, si se aplica en un solo país. Evidentemente, sería preferible su aplicación generalizada o, al menos, mediante un acuerdo multilateral extenso. Pero tampoco es imposible su aplicación unilateral. Al menos en ámbitos económicos amplios, como es el caso de la Unión Europea. En cualquier caso, trabajos recientes insisten en que sería factible en un solo país
¿Cuánto se podría recaudar? Las estimaciones son muy variadas, porque dependen del tipo aplicado y de los instrumentos financieros afectados. Por ejemplo, el FMI estima que generaría una recaudación de 200.000 millones de dólares si se aplica globalmente sobre acciones, bonos y derivados, con una tasa del 0,01%. Y entre 20.000 y 40.000 millones de dólares si se aplica sobre spot (una modalidad de créditos a muy corto plazo) y derivados en las cuatro principales monedas, con una tasa del 0,005%.
Por tanto, plantearse una tasa de este tipo no es ninguna aberración desde el punto de vista económico, como suelen repetir precisamente quienes, desde la altura de los grandes centros de decisión financieros y empresariales han sido los grandes beneficiarios de las medidas anti-crisis. Por el contrario, es perfectamente factible, realista y, en mi opinión, deseable. Y en esto puede que hasta esté de acuerdo con Merkel y Sarkozy. El propio FMI parece haber evolucionado desde una posición negativa en relación con las posibilidades de aplicación y efectividad de la tasa a aceptar que puede ser viable.
Otra cuestión, en la que quizá no haya ese acuerdo, es la distribución del producto de dicha tasa. En origen se planteó como un mecanismo de redistribución hacia países pobres, una compensación de los desequilibrios y de la asimetría de unas reglas del juego que sistemáticamente los relegan a esa situación. Recientemente ha surgido una iniciativa para pedir el establecimiento de una tasa de estas características para combatir la pobreza y el cambio climático, en Europa y fuera de ella. Visto desde la perspectiva de la crisis, sus responsables y sus paganos, es una cuestión, incluso, de pura justicia compensatoria. La denominación más habitual es la de Tasa Robin Hood. (Hay muchas páginas en las que apoyar la iniciativa. Por ejemplo, la de Oxfam). Muchos acontecimientos de los últimos tiempos han demostrado que las iniciativas populares con el lubricante de las redes sociales pueden cambiar rumbos predeterminados y superar barreras infranqueables.
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