De acuerdo con la información proporcionada por el Consejero Miranda, una parte de esa cantidad, 37 millones de euros, se cubre retrasando la devolución del Impuesto sobre Sociedades; un dinero que, dicho sea de paso, es de las empresas. La ley otorga un plazo máximo de seis meses a la Hacienda Pública para realizar estas devoluciones. Plazo que, dicho sea de paso, no siempre se cumple. En 2008, dentro de un paquete de medidas anticrisis, el Gobierno de Navarra decidió acortar dicho plazo hasta los tres meses. Parecía una medida razonable, puesto que de lo que se trata es de facilitar la actividad de las empresas en un momento en que encuentras fuertes restricciones para obtener financiación. Pues bien, ahora el Gobierno ha dejado sin efecto esta medida y vuelve al plazo máximo de seis meses. En realidad, de lo que se trata es de mover la partida de un ejercicio presupuestario a otro, sin tocarla.
En cuanto al
resto de la partida, la respuesta de Miranda fue que “hasta el final del cierre
del ejercicio del 2011 no podremos tener certeza absoluta de dónde se han
aplicado estos tres conjuntos de medidas [mayores ingresos, menores gastos y
mejores ajustes de Contabilidad Nacional]”. Es decir, vaya usted a saber. Es evidente
que cuando se cierren las cuentas sabremos qué se ha gastado y cómo. Pero ocurre
que las cuentas no entran al Parlamento hasta septiembre del año siguiente y
para entonces poco se podrá hacer o decir.
Cuando nos
encontramos con este tipo de respuesta, caben, creo yo, dos opciones. La
primera, que el Consejero nos esté tomando el pelo. La segunda, que esté
hablando muy en serio. Francamente, ninguna de las dos me parece satisfactoria
y ambas son preocupantes.
Miranda
volvió a su cantinela de siempre (y la de UPN): "¿Quieren ustedes o no quieren
que se cumpla [el objetivo de déficit]?" Según él, deberíamos estar exigiéndole
el cumplimiento. Miranda sabe lo que debemos hacer y lo que no, hasta llegar a
decir: “Usted no se preocupe, que ya nos preocupamos nosotros” y terminar con
un “Déjenos trabajar”. Pues bien, lo que me preocupa es precisamente que
Miranda se preocupe, y se ocupe, de nuestras cuentas. Y lo que pretendemos es,
precisamente, que, ya puestos, haga su trabajo, parte del cual es mantener debidamente
informado al Parlamento; una obligación que cumple con escasa diligencia y
menor eficacia.
¡Claro que
no nos gusta el déficit! Como tampoco nos gusta la deuda ni el desbarajuste o
la creatividad presupuestaria. Pero eso no significa que no haya que aceptar
déficit cuando la situación está mal y una política demasiado restrictiva puede
hundir la economía en el pozo de la recesión. Y, en cualquier caso, una misma
cifra de déficit se puede alcanzar con muchas combinaciones distintas de
ingresos y gastos. Ahí es, precisamente, donde radica la diferencia con UPN-PSN.
Argumentar, como decía el Consejero, que al final estamos hablando del 0,5 por
ciento del presupuesto, es frívolo cuando la probabilidad de que el recorte
recaiga es partidas sociales es elevada y esos pocos millones de euros pueden
ser esenciales para muchas personas.
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