Ya ha comenzado la tramitación
parlamentaria de los Presupuestos de Navarra para 2012. Formalmente se inició
con la discusión de las enmiendas a la totalidad, que pedían la devolución del
proyecto al Gobierno y que, como cabía esperar, fueron rechazadas. La enmienda
a la totalidad equivale a decirle al Gobierno, parafraseando a Groucho Marx:
“Estos son sus presupuestos. No me gustan, tráigame otros”. Pero ni caso. El
paso siguiente es la discusión de las enmiendas –suman varios centenares–
que todos los grupos parlamentarios han presentado. Habrá ocasión, por tanto,
de discutir y exponer posiciones y concepciones en los distintos capítulos y
apartados. Si nos dejan, porque UPN-PSN ya ha rechazado docenas de enmiendas,
contra el parecer de los servicios jurídicos del Parlamento. No les gusta el
debate.
Vistos en conjunto, destacaría
tres características de los presupuestos que nos presentan: son restrictivos,
regresivos y pesimistas.
Son restrictivos, porque suponen
una reducción del esfuerzo presupuestario respecto a 2011, cuantificada en casi
el 3%, justo en el momento menos oportuno. Con una inflación interanual que
ronda el 3%, la reducción real se acerca al 6%. A lo que habría que añadir que,
según datos del propio Consejero Miranda —y recortes sobrevenidos aparte— en
torno al 5% de este presupuesto no se va a ejecutar.
El momento económico actual es
sumamente delicado. Por un lado, el sector privado (consumo, inversión) no
arranca y se arrastra desfalleciente por la línea del cero (ni frío ni calor,
que diría el omnipresente chistoso), pugnando por no precipitarse en el abismo
de los registros negativos. Por otro, el sector público que, con más o menos acierto,
había intervenido activamente y mantenido al menos las constantes vitales de la
economía, se retira agobiado por un déficit que los agentes financieros
culpables de su generación se obstinan en castigar, nublado el entendimiento
por un dogmatismo (el de la austeridad y el rigor presupuestario) más próximo a
la religión que a la ciencia social. Así que, al menos en Europa y de la mano
de Alemania, se ha instalado una auténtica obsesión por saldar las cuentas
públicas que amenaza con conducirnos de cabeza al desastre. Y, además, sin
conseguir su objetivo.
Si para reducir el déficit se
retiran los estímulos públicos antes de que se recupere el gasto privado, se
deprimirá aún más la actividad económica, lo que reducirá los ingresos públicos
y generará tensiones sobre el gasto, que incrementarán el déficit. Ello dará
lugar a una nueva vuelta de tuerca al gasto, y vuelta a empezar. De tal manera
que la propia actuación del sector público puede propiciar una espiral que nos
instale en la depresión económica por muchos años. No hay que olvidar que el
gasto de un agente económico es renta para otro. Estamos inmersos en una crisis
de demanda y como tal hay que enfocarla; la austeridad sólo contribuye a
agravar la situación.
Decía que los presupuestos son
también regresivos. Y lo son porque las partidas socialmente más sensible se
reducen por encima de la media: política social (-3,3%), educación (-4,45%),
salud (-3,08%). Por no hablar del fuerte correctivo que se aplica al
presupuesto de cultura: si no sólo de pan vive el hombre (la cita es literal,
discúlpese el sesgo masculino), no será en Navarra donde se alimente el alma. Puesto
que los recortes afectan con mayor intensidad relativa a Departamentos
“sociales”, su impacto económico se cebará, pues, en mayor medida, en capas
sociales menos favorecidas. Nada nuevo, lamentablemente.
Pero, además, son pesimistas. La inversión pasa, nominalmente,
de 287 a 280 millones de euros. Cabría pensar, pues, que hay un cierto
mantenimiento del esfuerzo inversor. Nada de eso. De los 280 millones
previstos, 134 (el 47%) corresponden al TAV. Es decir, la mitad está
concentrada en un solo proyecto, mientras que el resto (dejando fuera el TAV)
se reduce en un 40%. Pero la cosa no termina aquí. El TAV no se contabiliza
para calcular el techo de gasto (ni el déficit en términos de Contabilidad
Nacional), porque es competencia del Estado y Navarra se limita a adelantar el
importe (mediante endeudamiento y con el coste financiero correspondiente, que
no es moco de pavo). Por tanto, incluir esta partida dentro de las inversiones
de los Presupuestos Generales de Navarra no deja de ser un fraude para
maquillar las cifras, un ejemplo más de esa contabilidad creativa a la que nos ha
acostumbrado el Consejero Miranda. A lo que hay que añadir que es poco realista
presumir que se va a poder licitar obra por esa cuantía.
La inversión es una apuesta de
futuro. Las partidas en que se concrete dicen mucho del enfoque ideológico de
los presupuestos, pero en cualquier caso miran al futuro. Con ese tajo (sumado
a los recortes educativos, que se iniciaron antes incluso que el gran
tijeretazo global), el Gobierno de UPN-PSN nos está diciendo que renuncia al
futuro. Si a ello unimos algunos cambios que nos van anunciando (renta
básica), el futuro gris que nos habían venido dibujando estos años atrás puede
devenir definitivamente negro.
Bien pensado, aún añadiría una
cuarta característica: son, además, provisionales. Es el mensaje que han
transmitido en el Parlamento sus muñidores de UPN-PSN. Y lo son en el sentido
más negativo, es decir, susceptibles de ulteriores recortes si, a juicio del
Gobierno, la situación lo aconseja. Vamos, una carta a los Reyes Magos.
Pues sí, Juan Carlos, echaba en falta, en el título y en el desarrollo del artículo, la característica de "provisionales", porque eso anuncia lo peor: que ni siquiera se comprometen a cumplirlo, con lo que resultarán en su ejercicio final, casi seguro, más "restrictivos" y más "regresivos", lo que, además de a los propios presupuestos, nos hace a nosotros mismos más "pesimistas" sobre a dónde nos llevarán estos gestores del malabarismo.
ResponderEliminarYa lo he metido en el título, Bixente. Había estado dudando, pero te hago caso.
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