Es de sobra conocida —y los excesos publicitarios no son ajenos a ello— la campaña de Caja Navarra de reparto de los fondos destinados a la obra social, denominada «banca cívica», con el lema «tú eliges: tú decides». Las entidades financieras son particularmente proclives a este tipo de campañas, con eslóganes rimbombantes, exhibición de medios y abundante derroche de materiales. Normalmente se refieren a cuestiones relacionadas con el negocio bancario, esto es, la oferta de productos financieros, ya sean de activo o de pasivo, para captar clientes. A veces, especialmente en las cajas por la obligación de destinar parte de sus beneficios a obras sociales, se busca ese objetivo indirectamente, mediante campañas de imagen. Lo habitual es que se una el nombre de la entidad a actividades de promoción y divulgación científica o artística, de recuperación del patrimonio histórico y artístico o de regeneración ambiental.
Caja Navarra da un paso más, pretendiendo que sean los clientes quienes decidan el uso de los fondos destinados a la obra social. La apariencia —tanto en diseño técnico como social— es impecable, pero puede dar lugar —seguramente ya está ocurriendo, por lo que se cuenta— a resultados perversos. Los clientes deben votar a cada proyecto concreto y se obliga a los aspirantes a pelearse por ayudas muchas veces ridículas. Basta con repasar los proyectos ahora en marcha, los que realmente se llevan financiación (y la cuantía obtenida) y el destino que se venía dando a esos fondos anteriormente. De seguir así, Caja Navarra terminará financiando paragüeros para clubes sociales, felpudos en casas parroquiales o porciones de parques infantiles por pueblos y barrios. Que no es que esté mal o sean innecesarios, pero se antoja un triste destino para una obra que se dice social. O quizá es un ejemplo más de la tradicional confusión entre lo social y la beneficencia.
Por supuesto, es una opción, difundir los fondos al máximo y hacerse presente en el último rincón de la Comunidad, aunque suena mucho a uso demagógico de unos fondos, con fines cosméticos. Además, es sabido que en muchas materias susceptibles de empleo de fondos de ese tipo existen mínimos o masas críticas que pueden aconsejar su concentración en proyectos concretos. Caja Navarra parece haber asumido el papel de demiurgo munificente, optando por la visibilidad extrema —no necesariamente transparencia— en la distribución del maná y renunciando de hecho a objetivos de promoción social, cultural y científica que deberían estar entre las prioridades de la entidad, dada su naturaleza. Que se obligue a las universidades a competir, proyecto a proyecto, en esta estrambótica feria, es la mejor prueba de que lo que se busca es exclusivamente imagen (objetivo conseguido, por cierto). Populismo en el reparto de fondo, incluso popularidad, no equivalen a rentabilidad social.
Quizá sería mejor que se dedicara a hacer una banca realmente sostenible, reduciendo el derroche energético de sus oficinas o el enorme e innecesario gasto en folletos, propaganda, revistas, catálogos y demás parafernalia relacionada con la ya desgastada «banca cívica». ¿Cuál será su huella ecológica? Puestos a calcular...
Y ya de paso, que se deje de adorar el becerro de oro de las ratios financieras para ser efectivamente instrumento de progreso económico y social. Todavía hay muchas cosas por aclarar en el asunto de la venta de EHN y la compra de acciones de Iberdrola, pero la información disponible da a entender que en el trasiego de operaciones alguien ganaba siempre (la «banca cívica») y alguien arriesgaba siempre (Sodena, léase Hacienda de Navarra).
No quiero terminar sin una mención a la minúscula presencia del euskera (salvo en la página web), como si no existiera o no fuera con una entidad que presume de estar tan profundamente enraizada. Seguramente habrá que esperar a que se consolide su expansión por la Comunidad Autónoma Vasca para que empiecen a preocuparse de esa lengua. ¿Será que no hay mal que por bien no venga?
Plas, plas, plas. Aplausos. Firmo y rubrico todo lo que apuntas.
ResponderEliminarHace unos días hablé en el blog de otra iniciativa de Caja Navarra que seguramente conocerás. Y en otro blog de uno de Obanos me encontré una interesante reflexión con un caso concreto.
Un saludo.
La banca cívica tiene en su sede central unos ordenadores para conectarse a internet en el hall de entrada, donde ,mientras esperas, puedes conectarte al mundo, si a todo el munodo pues no se les ha ocurrido ponerle filtros y puedes acceder desde páginas nazis a porno duro............
ResponderEliminarhagan la prueba