Dice un personaje de Alejo Carpentier en La consagración de la primavera que «las batallas se vuelven batallas de verdad, cuando se han ganado o perdido. Entonces cobran un nombre y —si son importantes— pasan a la Historia». Es lo que ocurre con la actual situación económica, que sólo sabremos si es histórica cuando termine, por mucho que pese a agoreros y políticos al uso, innecesariamente empeñados en otorgar calificativos a cual más truculento. Parece como si el juicio de lo hecho hasta ahora dependiera de la magnitud del desastre que pueda avecinarse. Quizá ello tenga que ver con que esta es, seguramente, la primera crisis transmitida en tiempo real, lo que favorece la dramatización e incrementa la alarma del público y con ella la desconfianza. Añádase que en tiempos turbulentos proliferan siempre los profetas del desastre, porque es una actividad fácil, cómoda, en la que no se asumen riesgos y no hay que justificar nada de lo que se dice. Si la evidencia del error obliga a dar explicaciones, siempre es posible interpretar los hechos a posteriori para que quepan en el marco apocalíptico del agorero.
domingo, 23 de noviembre de 2008
viernes, 14 de noviembre de 2008
Deflactan, luego cabalgamos
Gobierno de Navarra y PSN (esto es, el Movimiento, en versión foral y reseteada) anuncian con evidente autocomplacencia la deflactación (vaya palabro) de la tarifa del IRPF para 2009 en un 2,5%. No deja de sorprender la capacidad de Miranda para decir con toda naturalidad una cosa y la contraria en plazos de días, vendiéndolo, además, como idea propia. Lo hizo con los 400 euros, lo repitió con los Presupuestos Generales del Estado y lo vuelve a hacer ahora. Está claro que este hombre tiene futuro en UPN.
A lo que iba. ¿Qué están anunciando a bombo y platillo? Simplemente, que cumplen con su obligación de gobernar. Más o menos como si Miranda diera una rueda de prensa cada mes para dejar constancia de que ha firmado la nómina del personal de la Administración navarra. La medida acordada no significa reducir impuestos, sino dejarlos como están. Por el contrario, no deflactar la tarifa supone una subida (encubierta y, se presume, menos dolorosa) de impuestos. Luego lo que, en su caso, hubiera debido anunciarse es precisamente la renuncia a la deflactación. Demasiado a menudo da la sensación de que estos gobernantes consideran que las entendederas de la ciudadanía son escasas o que apechuga con cualquier tontería que se le pretenda encasquetar.
Pero el asunto aún da más de sí. En una nueva profesión de fe en su peculiar —por cutre, alpargatera y casposa— noción del keynesianismo, nos salen con que, magnánimos ellos, la reducción de la tarifa no se queda en la inflación prevista sino que añaden ¡un 0,5% más! a fin de aumentar la renta disponible de las familias «para que ahorren, consuman o paguen préstamos» (la cita quizá no sea literal, es lo que se recoge en la prensa, pero me da pudor no entrecomillarla, no sea que parezca mía). Es, dicen, «una nueva medida social». ¿Qué entenderá la gente del Movimiento por «social»? ¿Un sistema sólido de prestaciones sociales y solidaridad interpersonal? ¿Pagar un 0,5% menos de IRPF? Porque los sedicentes socialistas navarros están haciendo todo lo posible para que lo primero sea inviable…
Y es que lo del «regalo» del 0,5% suena a cachondeo, porque se basa en una inflación prevista para 2009 del 2%. De risa. ¿Apostaría Miranda su congeladísimo sueldo de lo que queda de legislatura a una inflación del 2% en 2009? ¿A que no? Porque no se cree esa cifra. Una nueva burla, dar a entender que hay un regalo adicional cuando es muy probable que la inflación esté en 2009 por encima de ese 2,5%. Miranda ha dejado claro este mismo año, con su propio sueldo, la seriedad con que se toma la cifra de inflación prevista.
De este paripé cabe extraer dos conclusiones: la primera, que el Gobierno de Navarra está paralizado, es incapaz de afrontar situaciones críticas y carece de propuestas distintas a las de asegurar el negocio a sus socios en la sombra de tantos años, sobre todo del mundo inmobiliario. La segunda, que necesitan dar pábulo al PSN para que parezca que tiene iniciativas y puede ser un socio eficaz. Ya sólo falta oficializar el noviazgo. A tal fin, si me permiten, propondría una denominación de síntesis para el Movimiento. La unión de UPN y PSN daba UPNPSN. Como el orden de los factores no altera el por otra parte indefinible producto, podemos escribir UPPNSN, esto es, U(PPN)SN. Dado que el PPN voló, lo que nos queda es USN ¿Que qué quieren decir esas siglas? Qué más da. Si hasta ahora no ha importado, no vamos a empezar a preocuparnos ahora…
A lo que iba. ¿Qué están anunciando a bombo y platillo? Simplemente, que cumplen con su obligación de gobernar. Más o menos como si Miranda diera una rueda de prensa cada mes para dejar constancia de que ha firmado la nómina del personal de la Administración navarra. La medida acordada no significa reducir impuestos, sino dejarlos como están. Por el contrario, no deflactar la tarifa supone una subida (encubierta y, se presume, menos dolorosa) de impuestos. Luego lo que, en su caso, hubiera debido anunciarse es precisamente la renuncia a la deflactación. Demasiado a menudo da la sensación de que estos gobernantes consideran que las entendederas de la ciudadanía son escasas o que apechuga con cualquier tontería que se le pretenda encasquetar.
Pero el asunto aún da más de sí. En una nueva profesión de fe en su peculiar —por cutre, alpargatera y casposa— noción del keynesianismo, nos salen con que, magnánimos ellos, la reducción de la tarifa no se queda en la inflación prevista sino que añaden ¡un 0,5% más! a fin de aumentar la renta disponible de las familias «para que ahorren, consuman o paguen préstamos» (la cita quizá no sea literal, es lo que se recoge en la prensa, pero me da pudor no entrecomillarla, no sea que parezca mía). Es, dicen, «una nueva medida social». ¿Qué entenderá la gente del Movimiento por «social»? ¿Un sistema sólido de prestaciones sociales y solidaridad interpersonal? ¿Pagar un 0,5% menos de IRPF? Porque los sedicentes socialistas navarros están haciendo todo lo posible para que lo primero sea inviable…
Y es que lo del «regalo» del 0,5% suena a cachondeo, porque se basa en una inflación prevista para 2009 del 2%. De risa. ¿Apostaría Miranda su congeladísimo sueldo de lo que queda de legislatura a una inflación del 2% en 2009? ¿A que no? Porque no se cree esa cifra. Una nueva burla, dar a entender que hay un regalo adicional cuando es muy probable que la inflación esté en 2009 por encima de ese 2,5%. Miranda ha dejado claro este mismo año, con su propio sueldo, la seriedad con que se toma la cifra de inflación prevista.
De este paripé cabe extraer dos conclusiones: la primera, que el Gobierno de Navarra está paralizado, es incapaz de afrontar situaciones críticas y carece de propuestas distintas a las de asegurar el negocio a sus socios en la sombra de tantos años, sobre todo del mundo inmobiliario. La segunda, que necesitan dar pábulo al PSN para que parezca que tiene iniciativas y puede ser un socio eficaz. Ya sólo falta oficializar el noviazgo. A tal fin, si me permiten, propondría una denominación de síntesis para el Movimiento. La unión de UPN y PSN daba UPNPSN. Como el orden de los factores no altera el por otra parte indefinible producto, podemos escribir UPPNSN, esto es, U(PPN)SN. Dado que el PPN voló, lo que nos queda es USN ¿Que qué quieren decir esas siglas? Qué más da. Si hasta ahora no ha importado, no vamos a empezar a preocuparnos ahora…
martes, 4 de noviembre de 2008
El «negro» Obama
Por si alguien no se ha enterado, hoy (hora más, hora menos, no es cosa de andar con pejigueras con los husos horarios) son las elecciones presidenciales en los Estados Unidos de América (en México suelen decir la Unión Americana porque ellos también son Estados Unidos). Puestos a elegir, parece preferible Obama a McCain, aunque tampoco hay que dejarse deslumbrar. Mi candidata era Clinton, la veía mucho más capaz, decidida y con algunas ideas claras. Obama no parece contener nada bajo esa envoltura brillante y atractiva, puro fenómeno mediático más preocupado por los vaivenes de los sondeos que por dotar de contenido real a su programa.
Hay que tener cuidado al trasladar la jerga política estadounidense a sus equivalentes fonéticos europeos, porque su significado es bien distinto. Téngase en cuenta que Estados Unidos es un país gobernado por una plutocracia apuntalada por una clase media profundamente identificada con el sistema. Sistema que, no se olvide tampoco, goza de una fuerte legitimación entre las clases populares, aunque no participen habitualmente en el proceso político. Así, una lectura cuidadosa del programa económico de Obama revela que se dirige fundamentalmente a la clase media, con sus ofertas de rebajas fiscales y mejoras sociales.
Pero el análisis de las políticas de Obama queda para su —deseable, dadas las alternativas disponibles—puesta en práctica. Aquí me interesa sacar a colación una cuestión que me llama la atención, como es que reiteradamente se diga que Obama puede ser el primer presidente negro en la historia de su país. Fijémonos en la expresión: negro. Hay un sustrato racista en ello. No por resabios políticamente correctos sobre si usar ese u otro término, sino porque el mismo hace referencia a un concepto de «blanco» restrictivo y excluyente. ¿Por qué, por ejemplo, a una persona que tenga sólo un progenitor blanco ya no se le considera blanco? ¿Por qué personas cuya blancura de piel supera la de muchos blancos de generaciones, no son consideradas como tales si tiene una sola gota de sangre no blanca? ¿No es un a estupidez todo esto? Y sobre todo, ¿no es una estupidez con tintes racistas, que implícitamente supone que el estándar con el que medir todo lo demás es «lo blanco»?
Y ello sin entrar en el hecho de que las diferencias de color son accidentales y que puede haber diferencias biológicas de mucho mayor calado entre personas del mismo color. Pero ahí seguimos, alimentando concepciones falsas y, lo que es peor, dañinas. Mundo estúpido…
Hay que tener cuidado al trasladar la jerga política estadounidense a sus equivalentes fonéticos europeos, porque su significado es bien distinto. Téngase en cuenta que Estados Unidos es un país gobernado por una plutocracia apuntalada por una clase media profundamente identificada con el sistema. Sistema que, no se olvide tampoco, goza de una fuerte legitimación entre las clases populares, aunque no participen habitualmente en el proceso político. Así, una lectura cuidadosa del programa económico de Obama revela que se dirige fundamentalmente a la clase media, con sus ofertas de rebajas fiscales y mejoras sociales.
Pero el análisis de las políticas de Obama queda para su —deseable, dadas las alternativas disponibles—puesta en práctica. Aquí me interesa sacar a colación una cuestión que me llama la atención, como es que reiteradamente se diga que Obama puede ser el primer presidente negro en la historia de su país. Fijémonos en la expresión: negro. Hay un sustrato racista en ello. No por resabios políticamente correctos sobre si usar ese u otro término, sino porque el mismo hace referencia a un concepto de «blanco» restrictivo y excluyente. ¿Por qué, por ejemplo, a una persona que tenga sólo un progenitor blanco ya no se le considera blanco? ¿Por qué personas cuya blancura de piel supera la de muchos blancos de generaciones, no son consideradas como tales si tiene una sola gota de sangre no blanca? ¿No es un a estupidez todo esto? Y sobre todo, ¿no es una estupidez con tintes racistas, que implícitamente supone que el estándar con el que medir todo lo demás es «lo blanco»?
Y ello sin entrar en el hecho de que las diferencias de color son accidentales y que puede haber diferencias biológicas de mucho mayor calado entre personas del mismo color. Pero ahí seguimos, alimentando concepciones falsas y, lo que es peor, dañinas. Mundo estúpido…
lunes, 3 de noviembre de 2008
Las cuentas de Navarra: cemento vs. educación
Ya tenemos proyecto de presupuestos de Navarra. La primera impresión es que no hay sorpresas: se amoldan a lo previsible en un gobierno de derechas sin alternativas. A falta de un análisis más detallado, sólo apuntaré algún aspecto particularmente llamativo.
Lo que ahora toca no es refundar el capitalismo, sino rearmar ideológicamente la izquierda para ofrecer una alternativa viable y humanista a la barbarie del liberalismo a ultranza y la lógica tramposa del mercado por el mercado. ¿Quiénes están en Navarra en condiciones de acometer la tarea?
- Las partidas de mayor contenido social (educación; salud; asuntos sociales, familia, juventud y empleo), se incrementan por debajo del IPC, es decir, se reducen en términos reales.
- De entre ellas, destaca el caso de la partida de educación, que sólo se incrementa un 0,51%, esto es, retrocede significativamente, cuando hay una mayor demanda que atender. A consignar que dentro de esta partida la transferencia a la Universidad Pública se reduce casi un 20%.
- También el presupuesto de cultura se reduce, en este caso y siempre en términos nominales, en casi un 21%.
- Como no hay mal que por bien no venga, menos mal que la partida de obras públicas, transporte y comunicaciones se incrementa ¡un 28,35%! sobre el presupuesto de 2008.
Lo que ahora toca no es refundar el capitalismo, sino rearmar ideológicamente la izquierda para ofrecer una alternativa viable y humanista a la barbarie del liberalismo a ultranza y la lógica tramposa del mercado por el mercado. ¿Quiénes están en Navarra en condiciones de acometer la tarea?
domingo, 2 de noviembre de 2008
Al César lo que es del César
Tiene razón Santiago Cervera en el artículo publicado el sábado uno de noviembre en Diario de Noticias. Al menos en el diagnóstico que hace del resultado de tantos años de gobierno de UPN y la generación de una auténtica casta de cazadores —término más apropiado que el de «buscadores»— de rentas, un entramado confuso de empresas, empresarios, profesionales, algunos de toda la vida, otros recién llegados, muy puestos en los entresijos del presupuesto y expertos en su ordeño eficaz, sistemático y exhaustivo. La mayoría ha medrado al calor de la obra pública, pero no es el único campo de juego y el de las prestaciones sociales también ha permitido negocios muy rentables y pingües beneficios. En demasiados casos no es aventurada la sospecha de que muchas iniciativas, ya sean de obras públicas, servicios sociales, política tecnológica o diseño urbano, se ponen en marcha no tanto por su aparente justificación económica, política o social, sino únicamente para alimentar esas «ventajas y parabienes» de que habla Cervera y que no siempre es fácil distinguir del puro saqueo. El gran problema es que este núcleo ha adquirido una fuerza considerable y se ha convertido en un agente activo de la política de Navarra. La alarma que se generó en su seno ya antes de las elecciones forales de 2007 y muchas actuaciones posteriores (entre las que destacan las del hostelero —¿confundirán algunos hoteles con pensiones?— maldito del PP) tienen mucho que ver con el desenlace del entuerto y el mantenimiento del statu quo. Se pasa así de una relación parasitaria a otra simbiótica. Para cerrar el círculo faltaba un simbionte, tan esencial como experto en esas lides. Ahí está la clave fundamental del revuelo de las últimas semanas, el cambio de pareja de UPN y el cabreo de Cervera.
Otra cosa es que meta en el mismo saco (seguramente para que no parezca que sólo arremete contra UPN) demandas sociales para satisfacer necesidades básicas. O que alardee de liberalismo, cuando estamos asistiendo al enésimo fracaso de la ensoñación liberal. O que, siendo tan consciente de la situación, sólo la haya denunciado cuando parece irle mal en UPN (por no decir que le han dado la patada). No lo hizo siendo consejero y mucho menos —todo lo contrario— lo hizo en la última campaña electoral.
Otra cosa es que meta en el mismo saco (seguramente para que no parezca que sólo arremete contra UPN) demandas sociales para satisfacer necesidades básicas. O que alardee de liberalismo, cuando estamos asistiendo al enésimo fracaso de la ensoñación liberal. O que, siendo tan consciente de la situación, sólo la haya denunciado cuando parece irle mal en UPN (por no decir que le han dado la patada). No lo hizo siendo consejero y mucho menos —todo lo contrario— lo hizo en la última campaña electoral.
lunes, 13 de octubre de 2008
Doce de octubre
Dice Rajoy que el desfile del doce de octubre es un coñazo. Ciertamente, la expresión utilizada es inoportuna y, diría, improcedente, no por malsonante, que a estas alturas nadie se va a escandalizar por un palabro bastante ñoño para los tiempos que corren, pero sí por sus connotaciones sexistas. De acuerdo con el DRAE, mejor utilizar adjetivos como latoso o insoportable. No obstante, atendiendo a la estructura profunda de la frase, resulta difícil no estar de acuerdo con él. Por eso, ante la avalancha de críticas que casi lo sepulta, es menester expresar el más entusiasta apoyo (no confundir con la adhesión inquebrantable, que todo tiene su medida) al bueno de Mariano. El desfile del doce de octubre es una lata por muchas más razones de las que parecen animar a Rajoy en su desahogo, que yo diría relacionadas con el aburrimiento, el envaramiento, el ditirambo y todo ello adobado con efluvios de enebro y conversaciones cuya fluidez va pareja a la riqueza del vocabulario, ínfimo y las más de las veces ordinario y soez (ay, la sencillez borbónica).
Seguro que hay muchas personas, algunas, seguro también, del propio Gobierno o del Partido Socialista, para las que asistir al desfile es una incomodidad. Pero era de prever que se utilizaría como arma política contra Rajoy. Sonrojan las declaraciones de tantos sedicentes progresistas en cerrada defensa del estamento militar, cuya dignidad ha sido, dicen, menoscabada por Rajoy. En cuanto alguien hace el más nimio e inocuo comentario sobre el Ejército español (caso del pobre Rajoy: el alguacil alguacilado), el establishment se siente todavía obligado a salir en defensa de la institución y le dedica loas sin cuento. Ni siquiera con la judicatura o la Iglesia católica se anda con tantos remilgos. Se observa una mitificación de lo militar ampliamente difundida, que, si bien puede observarse en todos los países, tiene en España connotaciones particulares, herencia de una historia de pronunciamientos sin parangón en Europa, cuya culminación es el bonapartismo cutre del general Franco. Por lo mismo, es una noticia relevante para muchos medios que el jefe del Ejército diga que los militares asumen la austeridad presupuestaria: ¡Nos ha jodido mayo con las flores!
Charles Maturin pone en boca de su personaje Melmoth el Errabundo —quizá el mejor logrado de la novela gótica— estas lúcidas palabras (las reclamaciones, al clérigo irlandés): «El mozalbete desocupado, que odia el cultivo del intelecto y desprecia la bajeza del trabajo, gusta, quizá, de ataviar su persona de colores chillones como los del papagayo o el pavo real; y a esta afeminada propensión se le bautiza con el prostituido nombre de amor a la gloria; y esa complicación de motivos tomados de la vanidad y el vicio, del miedo y la miseria, la impudicia de la ociosidad y la apetencia de la injuria, encuentra una conveniente y protectora denominación en un simple vocablo: patriotismo. Y esos seres (...) son aclamados, mientras viven, por el mundo miope de sus benefactores, y cuando mueren, canonizados como sus mártires. Murieron por la causa de su país: ése es el epitafio escrito con precipitada mano de indiscriminado elogio sobre la tumba de diez mil hombres que tuvieron diez mil motivos para elegir otro destino..., y que podían haber sido en vida enemigos de su país, de no haberse dado el caso de caer en su defensa, y cuyo amor por la patria, honestamente analizado, es, en sus diversas formas de vanidad, inestabilidad, gusto por el tumulto o deseo de exhibirse... simplemente amor a sí mismos». Todo sería más natural si en lugar de tanta verborrea patriotera y tanta adulación política, los militares fueran tratados como cualquier otro colectivo profesional.
Pero el desfile es una lata en un sentido mucho más profundo y relevante que el sugerido por Rajoy. Es latoso, para empezar, para muchas de las personas participantes que, de grado o por fuerza, habrán debido aguantar horas a pie quieto y obviando las condiciones atmosféricas en un alarde de falta de consideración, simplemente para representar una pantomima a mayor gloria… ¿de quién?
Es una lata porque es lo mejor que se les ocurre para celebrar la «fiesta nacional». Qué país (y qué Zapatero) más triste, que cuando quiere celebrar algo saca los uniformes a la calle y no hace efectiva la aconfesionalidad que proclama la Constitución porque la liturgia católica queda bien en los funerales de Estado (y en las ceremonias de la familia que patrimonializa la jefatura del Estado).
Es una lata porque, oficial u oficiosamente, todavía se mantiene la denominación de «día de la Hispanidad», residuo tardofranquista de aquel ridículo e inquietante «día de la Raza». Triste país, insisto, que celebra disparates y barbaridades. Celebra el inicio de un genocidio implacable y un saqueo que todavía continúa de manos de las élites que Castilla dejó en América y que alardean aún hoy de genealogía y blancura de piel; una persona entrevistada por un canal de televisión afirmaba sin rubor que «les dimos [a los indígenas americanos que, pobres, antes de aquel doce de octubre estaban cubiertos] una cultura, una religión y una civilización». Lo mismo que se celebra el oscurantismo y el absolutismo en ese dos de mayo que en este año fue objeto de grandilocuentes exaltaciones del reaccionario bando de los alcaldes de Móstoles, esperemos que por desconocimiento más que por asentimiento. O las dudosas glorias de un ejército desplegado hasta hace cuatro días no con criterios defensivos, sino de ocupación de un territorio considerado hostil. Y la Legión es siempre la unidad más aclamada, cimbreantes cinturas escoltando a paso vivo a una cabra de nombre Rudolf…
Por cierto, que a cuenta del doce de octubre se oyó mucho llamar «parada» a lo que era un desfile. Una parada es otra cosa, muchas otras cosas. Como un alzamiento. ¿Obsesión priápica?
Seguro que hay muchas personas, algunas, seguro también, del propio Gobierno o del Partido Socialista, para las que asistir al desfile es una incomodidad. Pero era de prever que se utilizaría como arma política contra Rajoy. Sonrojan las declaraciones de tantos sedicentes progresistas en cerrada defensa del estamento militar, cuya dignidad ha sido, dicen, menoscabada por Rajoy. En cuanto alguien hace el más nimio e inocuo comentario sobre el Ejército español (caso del pobre Rajoy: el alguacil alguacilado), el establishment se siente todavía obligado a salir en defensa de la institución y le dedica loas sin cuento. Ni siquiera con la judicatura o la Iglesia católica se anda con tantos remilgos. Se observa una mitificación de lo militar ampliamente difundida, que, si bien puede observarse en todos los países, tiene en España connotaciones particulares, herencia de una historia de pronunciamientos sin parangón en Europa, cuya culminación es el bonapartismo cutre del general Franco. Por lo mismo, es una noticia relevante para muchos medios que el jefe del Ejército diga que los militares asumen la austeridad presupuestaria: ¡Nos ha jodido mayo con las flores!
Charles Maturin pone en boca de su personaje Melmoth el Errabundo —quizá el mejor logrado de la novela gótica— estas lúcidas palabras (las reclamaciones, al clérigo irlandés): «El mozalbete desocupado, que odia el cultivo del intelecto y desprecia la bajeza del trabajo, gusta, quizá, de ataviar su persona de colores chillones como los del papagayo o el pavo real; y a esta afeminada propensión se le bautiza con el prostituido nombre de amor a la gloria; y esa complicación de motivos tomados de la vanidad y el vicio, del miedo y la miseria, la impudicia de la ociosidad y la apetencia de la injuria, encuentra una conveniente y protectora denominación en un simple vocablo: patriotismo. Y esos seres (...) son aclamados, mientras viven, por el mundo miope de sus benefactores, y cuando mueren, canonizados como sus mártires. Murieron por la causa de su país: ése es el epitafio escrito con precipitada mano de indiscriminado elogio sobre la tumba de diez mil hombres que tuvieron diez mil motivos para elegir otro destino..., y que podían haber sido en vida enemigos de su país, de no haberse dado el caso de caer en su defensa, y cuyo amor por la patria, honestamente analizado, es, en sus diversas formas de vanidad, inestabilidad, gusto por el tumulto o deseo de exhibirse... simplemente amor a sí mismos». Todo sería más natural si en lugar de tanta verborrea patriotera y tanta adulación política, los militares fueran tratados como cualquier otro colectivo profesional.
Pero el desfile es una lata en un sentido mucho más profundo y relevante que el sugerido por Rajoy. Es latoso, para empezar, para muchas de las personas participantes que, de grado o por fuerza, habrán debido aguantar horas a pie quieto y obviando las condiciones atmosféricas en un alarde de falta de consideración, simplemente para representar una pantomima a mayor gloria… ¿de quién?
Es una lata porque es lo mejor que se les ocurre para celebrar la «fiesta nacional». Qué país (y qué Zapatero) más triste, que cuando quiere celebrar algo saca los uniformes a la calle y no hace efectiva la aconfesionalidad que proclama la Constitución porque la liturgia católica queda bien en los funerales de Estado (y en las ceremonias de la familia que patrimonializa la jefatura del Estado).
Es una lata porque, oficial u oficiosamente, todavía se mantiene la denominación de «día de la Hispanidad», residuo tardofranquista de aquel ridículo e inquietante «día de la Raza». Triste país, insisto, que celebra disparates y barbaridades. Celebra el inicio de un genocidio implacable y un saqueo que todavía continúa de manos de las élites que Castilla dejó en América y que alardean aún hoy de genealogía y blancura de piel; una persona entrevistada por un canal de televisión afirmaba sin rubor que «les dimos [a los indígenas americanos que, pobres, antes de aquel doce de octubre estaban cubiertos] una cultura, una religión y una civilización». Lo mismo que se celebra el oscurantismo y el absolutismo en ese dos de mayo que en este año fue objeto de grandilocuentes exaltaciones del reaccionario bando de los alcaldes de Móstoles, esperemos que por desconocimiento más que por asentimiento. O las dudosas glorias de un ejército desplegado hasta hace cuatro días no con criterios defensivos, sino de ocupación de un territorio considerado hostil. Y la Legión es siempre la unidad más aclamada, cimbreantes cinturas escoltando a paso vivo a una cabra de nombre Rudolf…
Por cierto, que a cuenta del doce de octubre se oyó mucho llamar «parada» a lo que era un desfile. Una parada es otra cosa, muchas otras cosas. Como un alzamiento. ¿Obsesión priápica?
viernes, 26 de septiembre de 2008
Las medidas de «gran alcance» de Sanz
El Parlamento está debatiendo un proyecto de ley foral «de medidas para la reactivación de la economía de Navarra 2009-2011», remitido por el Gobierno y en cuya exposición de motivos se argumenta que una iniciativa de «gran alcance» como el plan Navarra 2012 requiere ser complementada con medidas fiscales y financieras. El proyecto no contiene grandes novedades. Se trata de trasladar a Navarra medidas ya adoptadas por el Gobierno de Zapatero.
En primer lugar, se regula la devolución de los 400 euros en versión foral. Con la excusa de mejorar la progresividad del impuesto, se introducen cuatro tramos que van desde los 440 euros para las rentas del trabajo más bajas a 0 euros para las que superen los 45.800 euros. Claro que el proyecto habla exclusivamente de «rendimientos netos del trabajo», sin ninguna cautela adicional, lo que significa que, por ejemplo, una persona que tuviera 100.000 euros de rentas del capital y 9.000 euros de rendimientos del trabajo (por ejemplo, por asistencia a algún consejo de administración), se podría deducir 440 euros. Pero una persona cuya renta salarial sea tan reducida que no tenga obligación de declarar y no se le haya retenido nada, no se deduciría nada. Para poder obtener la deducción de 440 euros una persona sin obligaciones familiares tendría que percibir, como mínimo, 4.000 euros de rendimientos del trabajo y, unos 7.800 de ingresos totales (11.200 si tiene dos hijos). Eso es lo que significa, para el Gobierno de Navarra, “acentuar la progresividad del tributo”, favoreciendo “a las rentas laborales más bajas”. Regresivo, inconsistente y demagógico.
Una segunda medida se refiere a las deducciones por rehabilitación de vivienda. A falta de una revisión en profundidad del tratamiento fiscal de la vivienda, es, creo, una medida acertada, que llega con retraso. Pero acertada no por las razones que aduce el Gobierno. Mientras los promotores hacían su agosto con la vivienda nueva, le ha importado poco la rehabilitación. Ahora que falta el negocio, se apresura a facilitarles las cosas. Últimamente el único objeto de la acción de gobierno parece ser asegurar los beneficios a un grupito reducido y bien identificado de empresas y empresarios. Entiendo, por el contrario, que es una medida acertada tras años de fomentar una expansión urbana irracional que ha generado un tejido urbano deslavazado y caótico, la pérdida de consistencia del centro urbano, el deterioro y desperdicio de buena parte del patrimonio construido y unos enormes costes sociales y ambientales. Por algo se empieza, aunque sea con tanto retraso.
Hay dos medidas más que pretenden facilitar la actividad de las empresas y que afectan a la amortización acelerada de activos y a la concesión de avales. Son medidas típicas de tiempos de crisis, que no aportan nada nuevo y de las que no cabe esperar tampoco grandes efectos.
Pero en este caso el interés no está en las medidas en sí, sino en la justificación, que no tiene desperdicio. Quizá para intentar ocultar que el proyecto no es más que un cascarón vacío; quizá para dar la sensación de que se gobierna; quizá, simplemente, por pura ignorancia.
Que se diga que al aplicar una escala a la deducción de los 400 euros se «acentúa la progresividad del impuesto» no deja de ser una burla, cuando las rentas del capital tributan al 15%. La progresividad fiscal no se puede analizar figura a figura, impuesto a impuesto, sino en conjunto. Queda por ver si el sistema fiscal navarro es progresivo. Lo que está claro es que no es nada progresista.
Otro objetivo declarado de la medida es incrementar la renta disponible de las familias, «propiciando un impulso de la demanda interna, tanto de consumo como de inversión, estimulando la producción y generando una mayor actividad». Nada menos. Si el mismo Banco de España reconocía que la medida similar (más generosa, incluso) aplicada por el gobierno de Zapatero va a tener escasos efectos, ¿qué cabe esperar en una economía tan pequeña y abierta como la de Navarra? La medida sólo tendría efectos reseñables (y, con todo, reducidos) si la totalidad de la deducción se tradujera en consumo de productos y servicios plenamente navarros, algo impensable. Conmueve tanta ingenuidad.
A continuación el texto del proyecto de ley foral ofrece una perla para saborear con delectación. Dice que «la disminución de la carga tributaria de estos rendimientos amplía los incentivos a incrementar la oferta de trabajo y favorece la productividad, como consecuencia de la disminución del coste del factor trabajo». Es cierto que para disfrutar plenamente de la frase hay que tener cierta familiaridad con la jerga espantosa y triste de la economía, pero quizá se pueda hacer algo.
Conviene aclarar que la oferta de trabajo la realizan los trabajadores, mientras que las empresas demandan trabajo. ¿Cómo una deducción así puede incrementar la oferta de trabajo? ¿Es que como consecuencia de la deducción habrá más personas dispuestas a trabajar? ¿Quienes viven de las rentas preferirán ponerse a trabajar (por menos de 45.800 euros) para beneficiarse de tan cuantioso premio? Si Sanz inventó el keynesianismo foral, esto parece también la versión foral (y aplicada al mercado de trabajo) de la curva de Laffer (una elucubración con ecos etílicos que sólo se creyeron el astrólogo de cabecera de Reagan, Montoro y ahora, al parecer, Miranda).
Pero la medida no sólo incrementa la oferta de trabajo, sino que favorece la productividad, al reducirse el coste del trabajo. El disparate es antológico. ¿Cómo puede afectar al coste del trabajo una deducción en la cuota del IRPF? No se me ocurre, salvo que forcemos el razonamiento hasta extremos inverosímiles: al ver los contribuyentes que se reduce su carga fiscal, estarían dispuestos a trabajar a un menor salario… sin comentarios. Que, además, dé lugar a un incremento de la productividad es algo que se me escapa, porque el coste de un factor no interviene en el cálculo de aquélla; lo que no significa que no estén relacionados, pero desde luego no en el sentido que apunta el texto del proyecto de ley. Igual es que, al sentirse mejor tratadas, las masas trabajadoras acudirán al tajo más contentas y producirán más…
¿En qué manos estamos? Tenemos un borrador de medidas económicas rebozadas en el disparate. Se habla de caídas de los ingresos del 13%, pero en los presupuestos del próximo año se prevé una reducción del 3%. Se actúa con notable irresponsabilidad al dramatizar la situación por intereses espurios. A la desafortunada gestión del consejero Miranda se añade la guinda del lehendakari Sanz, nervioso, errático e histérico. Es consciente de que su política ha llevado a Navarra a un callejón sin salida y busca cómplices desesperadamente para compartir el desaguisado. Habrá que ver el precio de esa complicidad. Jiménez debería tentarse la ropa, no vaya a ser que la marca del PSOE en Navarra termine siendo UPN. Y es que detrás de Sanz parece adivinarse últimamente la meliflua sonrisa de un seminarista gallego…
En primer lugar, se regula la devolución de los 400 euros en versión foral. Con la excusa de mejorar la progresividad del impuesto, se introducen cuatro tramos que van desde los 440 euros para las rentas del trabajo más bajas a 0 euros para las que superen los 45.800 euros. Claro que el proyecto habla exclusivamente de «rendimientos netos del trabajo», sin ninguna cautela adicional, lo que significa que, por ejemplo, una persona que tuviera 100.000 euros de rentas del capital y 9.000 euros de rendimientos del trabajo (por ejemplo, por asistencia a algún consejo de administración), se podría deducir 440 euros. Pero una persona cuya renta salarial sea tan reducida que no tenga obligación de declarar y no se le haya retenido nada, no se deduciría nada. Para poder obtener la deducción de 440 euros una persona sin obligaciones familiares tendría que percibir, como mínimo, 4.000 euros de rendimientos del trabajo y, unos 7.800 de ingresos totales (11.200 si tiene dos hijos). Eso es lo que significa, para el Gobierno de Navarra, “acentuar la progresividad del tributo”, favoreciendo “a las rentas laborales más bajas”. Regresivo, inconsistente y demagógico.
Una segunda medida se refiere a las deducciones por rehabilitación de vivienda. A falta de una revisión en profundidad del tratamiento fiscal de la vivienda, es, creo, una medida acertada, que llega con retraso. Pero acertada no por las razones que aduce el Gobierno. Mientras los promotores hacían su agosto con la vivienda nueva, le ha importado poco la rehabilitación. Ahora que falta el negocio, se apresura a facilitarles las cosas. Últimamente el único objeto de la acción de gobierno parece ser asegurar los beneficios a un grupito reducido y bien identificado de empresas y empresarios. Entiendo, por el contrario, que es una medida acertada tras años de fomentar una expansión urbana irracional que ha generado un tejido urbano deslavazado y caótico, la pérdida de consistencia del centro urbano, el deterioro y desperdicio de buena parte del patrimonio construido y unos enormes costes sociales y ambientales. Por algo se empieza, aunque sea con tanto retraso.
Hay dos medidas más que pretenden facilitar la actividad de las empresas y que afectan a la amortización acelerada de activos y a la concesión de avales. Son medidas típicas de tiempos de crisis, que no aportan nada nuevo y de las que no cabe esperar tampoco grandes efectos.
Pero en este caso el interés no está en las medidas en sí, sino en la justificación, que no tiene desperdicio. Quizá para intentar ocultar que el proyecto no es más que un cascarón vacío; quizá para dar la sensación de que se gobierna; quizá, simplemente, por pura ignorancia.
Que se diga que al aplicar una escala a la deducción de los 400 euros se «acentúa la progresividad del impuesto» no deja de ser una burla, cuando las rentas del capital tributan al 15%. La progresividad fiscal no se puede analizar figura a figura, impuesto a impuesto, sino en conjunto. Queda por ver si el sistema fiscal navarro es progresivo. Lo que está claro es que no es nada progresista.
Otro objetivo declarado de la medida es incrementar la renta disponible de las familias, «propiciando un impulso de la demanda interna, tanto de consumo como de inversión, estimulando la producción y generando una mayor actividad». Nada menos. Si el mismo Banco de España reconocía que la medida similar (más generosa, incluso) aplicada por el gobierno de Zapatero va a tener escasos efectos, ¿qué cabe esperar en una economía tan pequeña y abierta como la de Navarra? La medida sólo tendría efectos reseñables (y, con todo, reducidos) si la totalidad de la deducción se tradujera en consumo de productos y servicios plenamente navarros, algo impensable. Conmueve tanta ingenuidad.
A continuación el texto del proyecto de ley foral ofrece una perla para saborear con delectación. Dice que «la disminución de la carga tributaria de estos rendimientos amplía los incentivos a incrementar la oferta de trabajo y favorece la productividad, como consecuencia de la disminución del coste del factor trabajo». Es cierto que para disfrutar plenamente de la frase hay que tener cierta familiaridad con la jerga espantosa y triste de la economía, pero quizá se pueda hacer algo.
Conviene aclarar que la oferta de trabajo la realizan los trabajadores, mientras que las empresas demandan trabajo. ¿Cómo una deducción así puede incrementar la oferta de trabajo? ¿Es que como consecuencia de la deducción habrá más personas dispuestas a trabajar? ¿Quienes viven de las rentas preferirán ponerse a trabajar (por menos de 45.800 euros) para beneficiarse de tan cuantioso premio? Si Sanz inventó el keynesianismo foral, esto parece también la versión foral (y aplicada al mercado de trabajo) de la curva de Laffer (una elucubración con ecos etílicos que sólo se creyeron el astrólogo de cabecera de Reagan, Montoro y ahora, al parecer, Miranda).
Pero la medida no sólo incrementa la oferta de trabajo, sino que favorece la productividad, al reducirse el coste del trabajo. El disparate es antológico. ¿Cómo puede afectar al coste del trabajo una deducción en la cuota del IRPF? No se me ocurre, salvo que forcemos el razonamiento hasta extremos inverosímiles: al ver los contribuyentes que se reduce su carga fiscal, estarían dispuestos a trabajar a un menor salario… sin comentarios. Que, además, dé lugar a un incremento de la productividad es algo que se me escapa, porque el coste de un factor no interviene en el cálculo de aquélla; lo que no significa que no estén relacionados, pero desde luego no en el sentido que apunta el texto del proyecto de ley. Igual es que, al sentirse mejor tratadas, las masas trabajadoras acudirán al tajo más contentas y producirán más…
¿En qué manos estamos? Tenemos un borrador de medidas económicas rebozadas en el disparate. Se habla de caídas de los ingresos del 13%, pero en los presupuestos del próximo año se prevé una reducción del 3%. Se actúa con notable irresponsabilidad al dramatizar la situación por intereses espurios. A la desafortunada gestión del consejero Miranda se añade la guinda del lehendakari Sanz, nervioso, errático e histérico. Es consciente de que su política ha llevado a Navarra a un callejón sin salida y busca cómplices desesperadamente para compartir el desaguisado. Habrá que ver el precio de esa complicidad. Jiménez debería tentarse la ropa, no vaya a ser que la marca del PSOE en Navarra termine siendo UPN. Y es que detrás de Sanz parece adivinarse últimamente la meliflua sonrisa de un seminarista gallego…
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