Tabla 1 |
La publicación del Informe de contabilidad trimestral de Navarra del segundo trimestre de 2013 confirma lo que ya sabíamos: que estamos en crisis, que la crisis es muy dura, que el sector público es agente activo de la situación y que todo ello conlleva la fractura social. No son invenciones o elucubraciones en el vacío, sino que se desprenden de los datos, por asépticos que estos aparenten ser. Veamos algunos que considero significativos para caracterizar y entender la situación.
Para empezar, los datos nos dicen que la economía sigue deteriorándose, si bien se atenúa (ligeramente) el ritmo de caída. Como se ve en la tabla 1, hemos pasado del -1,8% interanual en los dos últimos trimestres de 2012, al -1,7% y al -1,6%. Pero no dejan de ser caídas.
El PIB no es más que un agregado, la suma de una serie de componentes, que por el lado del gasto (demanda) son: consumo final (público y privado), inversión (denominada formación bruta de capital), así como el saldo exterior neto de bienes y servicios (exportaciones menos importaciones). Por tanto, la variación del PIB se explica por la de cada uno de esos componentes (ponderada, lógicamente, por su peso). Con la excepción de la variación de existencias, irrelevante a nuestros efectos, todos los componentes del PIB caen. La tabla 2 lo resume.
Tabla 2 |
En primer lugar, se observa una leve moderación de la caída del consumo final, debido sobre todo al consumo privado, porque el público incrementa su ritmo de reducción. Esta magnitud tiene importancia porque es el principal componente del gasto agregado: en 2012 supuso el 70% del PIB (55% consumo privado y 15% consumo público).
En cuanto a la inversión (formación bruta de capital fijo), lo más llamativo es una reducción clara del ritmo de caída de la de bienes de equipo, esto es, maquinaria e instalaciones para las empresas. Pero la cosa no pasa de ahí, aunque seguramente sea el elemento más positivo de todo el cuadro.
La demanda externa tiene una aportación positiva al crecimiento del PIB pero, una vez más, se debe a la evolución relativa de sus dos componentes, exportaciones e importaciones de bienes y servicios. Ambas se reducen, pero las importaciones lo hacen con mayor intensidad. Dos notas aclaratorias relacionadas con esta cuestión:
- Entrando más al detalle, y pidiendo disculpas por el trabalenguas, se puede ver que la aportación de la demanda externa ha reducido su impacto de 1,3 a 1,0 en el segundo trimestre, debido a que el ritmo de caída de las exportaciones ha evolucionado más negativamente que el de las importaciones.
- El comercio exterior de bienes y servicios de Navarra es todo lo que se compra o vende al exterior por esos conceptos; no confundir, como suele ocurrir, con el comercio internacional de mercancías.
En suma, la economía navarra sigue empeorando. Lo único "positivo" que se observa es que la tendencia se ha suavizado, en parte debido a la mera inercia económica. La economía no puede caer indefinidamente, en algún momento llega al fondo del pozo. No está claro si hemos llegado o no, pero en cualquier caso andamos cerca. ¿Es esto positivo o esperanzador, como no se cansa de reiterar el Gobierno? La verdad es que con lo que hemos pasado y el enorme coste arrostrado hasta ahora puede admitirse. Pero sólo en esos estrictos y matizados términos.
Tabla 3 |
Consecuencia de la evolución descrita es el aumento de la desigualdad en la distribución de la renta y la consiguiente fractura social. La tabla 3 nos da alguna información sobre ello. Vemos cómo la remuneración de asalariados sigue cayendo. Cierto es que parte de esa caída se debe al aumento del desempleo, pero en todo caso, la participación de los salarios en la renta se reduce, mientras la de los beneficios empresariales (excedente bruto de explotación) se incrementa. Si a eso le añadimos las diferencias en fiscalidad, la brecha se agranda y no en beneficio de la parte más débil. Es la devaluación interna por la que tanto clama la ortodoxia neoliberal y que no nos ha de traer sino problemas y quebrantos.
Tabla 4 |
Esta dispar evolución tiene que ver con la trayectoria del coste laboral unitario (tabla 4). Suele ser una de las variables de referencia para reclamar moderación salarial. Es el coste salarial por unidad de PIB y corresponde al cociente entre el salario medio y la productividad (figura 1). Representa, pues, la parte de la renta correspondiente a los salarios, de ahí que su evolución sea coherente con lo ya comentado. Por tanto, una reducción del CLU implica un incremento del otro componente de la renta, los beneficios empresariales. Si el CLU se reduce (-2,3%) y la remuneración por asalariado aumenta (0,1%), la productividad se ha incrementado, en este caso un 2,4% (la variación del CLU es la diferencia entre la variación de la remuneración por asalariado y la de la productividad). ¿Adónde ha ido a parar ese incremento que, además, se basa sustancialmente en el aumento del desempleo? Una forma transitoria, endeble, insostenible y peligrosa de mejora de la competitividad. Pan para hoy, y para unos pocos, y hambre hoy y mañana para la mayoría.
Así las cosas, ¿hay razones para ser optimista? El único optimismo que cabe es el de la resignación, el de confiar en que pronto lleguemos al fondo del pozo. Pero es magro consuelo. Primero, porque el coste que entretanto hemos pagado es inmenso. Quienes manejan agregados con toda alegría no es que no sean conscientes de ello, es que les es indiferente. Segundo, porque llegar al fondo no implica salir del pozo, ni siquiera empezar a hacerlo. Es probable que estemos condenados a una larga, desfalleciente y amarga estancia en ese pozo. Y, desde luego, cuando consigamos salir, las cosas no serán igual. Lo demás es intentar engañar.
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