El debate sobre el estado de la Comunidad Foral que se desarrolló el 18 y 19 de octubre ha dejado la impresión generalizada de que el actual Gobierno de Navarra está desarbolado, a la deriva, sin propuestas, sin ideas, sin nada que ofrecer a una sociedad ya muy castigada por la situación económica y con perspectivas de empeorar aún más. Diríase que Barcina trataba de encubrir la evidencia de que no tenía nada que decir con un discurso tan plano como inacabable. Discurso que, para mayor escarnio, estuvo adornado por algunas guindas de autocomplacencia que resultan patéticas incluso para quienes sólo posean un conocimiento superficial de la realidad navarra y que son hasta ofensivas para tantos miles de personas que experimentan en sus carnes el drama de la pobreza, la exclusión, el desempleo o la incertidumbre sobre el futuro inmediato. Llegó a decir la Presidenta que Navarra es una de las zonas con mayor calidad de vida y bienestar social ¡del mundo! El crónico ombliguismo, idiosincrásico en ciertos sectores sociales de Navarra, exacerbado hasta el esperpento. Claro que también dijo que Navarra tiene un Gobierno "activo, ágil y eficaz".
Olvidadas las metáforas de otro tiempo –la Navarra que hacía los deberes, la palmera en el desierto–, asistimos ahora al discurso monocorde del objetivo de déficit. La argumentación se basa en el falso supuesto de que una economía es similar, y por tanto ha de ser administrada de igual manera, a una familia: no es posible gastar más de lo que se tiene. Para empezar, tiene gracia, triste gracia, porque buena parte de nuestros males actuales proceden de que durante muchos años se ha incentivado a las familias, también desde los poderes públicos, para que gastaran lo que no tenían. Pero, además, en una economía lo que se tiene depende en parte de lo que se gasta, y lo que se pierde de lo que se deja de gastar.
No obstante, el verdadero problema al que nos enfrentamos no es que no se haga nada para revertir la situación, sino que las políticas que se aplican la agudizan y la agravan. Si es que convenimos en llamar política a meras decisiones adaptativas (asumidas, eso sí, con entusiasmo) en función de la evolución de los ingresos y las directrices emanadas de Madrid: recorte tras recorte, reducción de gasto tras reducción de gasto. El presupuesto de 2012 dejó de tener validez al día siguiente de su entrada en vigor y la respuesta a cualquier petición de información sobre los recortes anunciados remite invariablemente al 31 de diciembre, lo que indica que el Gobierno de Navarra no sabe dónde está, presupuestariamente hablando. A mayor abundamiento, la contabilidad creativa practicada en los últimos tiempos, por ejemplo mediante infrapresupuestación y desplazamiento de partidas de un año a otro, va mostrando sus efectos en forma de recortes reales muy superiores a los que se derivaban del documento contable.
Recientemente el FMI, nada sospechoso de veleidades heterodoxas o de herejías económicas, ha alertado sobre los riesgos de los excesos en la austeridad, tanto en cuantía como en plazos. En su último informe sobre la economía mundial hace una estimación del multiplicador del gasto público y concluye que es muy superior a lo que se creía y puede estar en un rango que va de 0,9 a 1,7. ¿Qué significa esto? Que una reducción del gasto del 1% del PIB genera una caída de la economía entre el 0,9 y el 1,7% del PIB. El Gobierno de Navarra prevé una reducción del gasto no financiero para 2013 del 1,7% del PIB, respecto al presupuesto inicial de 2012. No sabemos cuál es el valor del multiplicador para Navarra, pero de ser correcta la horquilla del FMI, el resultado sería una caída del PIB en 2013 entre el 1,5 y el 2,9%, sólo por la actuación del sector público. Es decir, y por si hacía falta corroborarlo, la propia Administración es, por mor de una mal entendida política de austeridad, responsable de buena parte del retroceso económico, lo que, para empezar, arroja dudas sobre la previsión de caída de la economía en 2013 que maneja el propio Gobierno y que ha servido de base para la elaboración del presupuesto.
Así pues, el estado de Navarra es calamitoso y sin margen para el optimismo porque con los remedios que se pretenden aplicar sólo cabe esperar un empeoramiento. Pasa como con las sangrías de la medicina precientífica, que lejos de curar al paciente agravaban su estado hasta matarlo. Basta para constatarlo un somero repaso: la economía en caída libre, los servicios sociales en franco retroceso, el desempleo aumentando, las desigualdades sociales y la consiguiente fractura social agravándose. Es decir, nos enfrentamos al desguace sistemático del Estado de bienestar, sin que se obtengan, a cambio, los supuestos beneficios de tales políticas: el déficit no se reduce, la deuda sigue aumentando, la sociedad se empobrece…
Para intentar salvar la cara y contrarrestar la palmaria falta de iniciativa, el Gobierno de Navarra ofrece un plan de fomento del emprendimiento, que queda muy bien (aunque no sea nada nuevo) pero del que no cabe esperar gran cosa, habida cuenta de que incide en la oferta cuando la crisis se debe a la profunda y creciente depresión de la demanda. Y más construcción: TAV, Salesianos, Donapea, Canal de Navarra. Más de lo mismo.
No hay lugar, por tanto, para el triunfalismo de UPN, ni siquiera como recurso cosmético para ocultar sus carencias y desorientación. El mito de la capacidad de gestión del regionalismo navarro se hundió en cuanto comenzó la crisis, porque se cimentó en años de bonanza y derroche y la gestión no era tal, sino mero reparto de una suculenta tarta entre los inquilinos del cortijo, mientras se distribuían algunas migajas en forma de beneficios, canonjías y prebendas para comprar la aquiescencia, la complicidad o, al menos, el silencio benevolente de algunos agentes políticos y sociales.
Nada queda de todo eso, salvo una economía arruinada, endeudada y en declive, saturada de esqueletos ruinosos. Pero supongo que es mucho esperar que los responsables del desaguisado entonen ningún mea culpa, ni siquiera murmurado entre dientes. Al contrario, un oyente poco avisado podría sacar la conclusión, de atender a su discurso, de que la culpa de todos nuestros males la tiene el contexto global y la oposición. No hay nada que debatir sobre el estado de la Comunidad. A la vista está.
es muy interesante todo lo que dices, pero en este tipo de comentarios siempre se nos olvida que el problema no es tal, solo es una parte, la punta del iceberg, el problema entero traspasa todo tipo de fronteras, va desde china a áfrica etc...
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