Nafarroa Bai está en crisis. Nafarroa Bai se rompe. Ya lo decía yo, dicen algunos chapoteando en el barro de sus temores y su nerviosismo. Como Sanz, líder de un partido caudillista y a pesar de ello fracturado y fatigado, con los cientos de puestos y sueldos públicos como único aglutinante. Lo dicen también en el PSN, dividido aún hoy en dos mitades, a pesar de los esfuerzos de la actual dirección por acallar, ignorar o depurar a los discrepantes.
El lehendakari Sanz, con su habitual desfachatez, dice que el nacionalismo es un cáncer. Y tiene razón. Su nacionalismo, sin ir más lejos, que sólo es capaz de medrar con el conflicto, la crispación, la satanización del disidente y la imposición de un concepto de España rancio y de trágico recuerdo como armas. Y no vamos a recurrir a la historia (ahí están sus ancestros políticos para dar lecciones de nacionalismo), basta la más reciente, los últimos cuatro años. Pero Sanz —y lo que representa— es un cáncer no sólo por nacionalista, sino por su falta de interés por liderar a toda la sociedad, representarla y trabajar por los intereses colectivos, por su incapacidad para proponer proyectos o ideas para el futuro. Un cáncer que lo va invadiendo todo, mutando la vitalidad y el dinamismo de toda una sociedad en oportunidades de negocio para unos pocos. ¡Qué casualidad que los tres últimos informes de la Cámara de Comptos hayan sido demoledores para la gestión que UPN hace de los dineros públicos! Obsérvese el panorama: si el Gobierno de Navarra se embarca en un proyecto industrial, es a rebufo de alguna empresa interesada (cuando no reacciona a golpe de ultimátum); si lanza un plan de vivienda, es porque se lo presentan promotores que no sólo se erigen en planificadores (nuestras ciudades al albur de intereses crematísticos particulares) sino que, para colmo, puentean así al Ayuntamiento afectado… ¿Quién gobierna en Navarra y para quién? ¿Dónde está el tumor? ¿Dónde la parálisis?
Así las cosas, tan grises (por no hablar del descalabro social que se avecina, tras el adelgazamiento de lo público a que hemos asistido estos años: mal para la educación, mal para la sanidad, se pretende arreglar todo con cemento), es normal que Sanz y su entorno político y mediático (ardua tarea discernir corifeo y coro) agranden cualquier atisbo de discrepancia, debate o, por qué no decirlo, franca discusión en Nafarroa Bai.
Que surgen discrepancias es evidente. Como en todo colectivo. En este caso se llegan a manifestar con crudeza, lo que no significa que esté desmoronándose o amenazada por la piqueta, qué más quisieran algunos. Se trata de una coalición joven, con mecanismos de adopción de decisiones y generación de consensos imperfectos y en fase de rodaje. También, hay que reconocerlo, con un hábito muy arraigado en los partidos que la forman de dirimir sus diferencias en la plaza pública. ¿Es eso malo? Es costumbre criticar el autoritarismo, la cerrazón o la falta de debate interno en las organizaciones. Pero cuando se observan discrepancias en alguna de ellas se pone, incoherente e interesadamente, el grito en el cielo. ¿En qué quedamos? ¿Habrá que recordar las vendettas a que hemos asistido la pasada legislatura foral en el seno de UPN, sirviéndose para ello —y eso sí es grave— de la Administración Pública? ¿Habríamos sabido algo de Humanismo y Democracia de no existir esa pelea? ¿Nos hemos olvidado de cómo se dirimió el último congreso del PSN? Por poner ejemplos cercanos, que ahí anda Esperanza Aguirre atronando el solar hispano con sus gritos de guerra para ajustar las cuentas a Rajoy (la concepción que del liberalismo tiene Aguirre es una rareza intelectual digna de glosa).
Nafarroa Bai, para pasmo y desconcierto, primero, y mal disimulado nerviosismo, después, ha logrado articular un proyecto de cambio para Navarra progresista e integrador y ha conseguido unir a un sector de la sociedad tradicionalmente silenciado u obviado mediante el reparto canovista de cuotas de poder o el puro soborno político de los más sumisos (es lo que tiene administrar las prebendas). Y aspira, además, a contribuir a la unión de fuerzas progresistas de Navarra para conseguir el cambio político. Naturalmente, eso no gusta. Y no gusta, en primer lugar, a quienes pretendiendo impedir una supuesta venta de Navarra que sólo existía en sus delirios y terrores nocturnos, consiguieron mantenerse en el poder a coste cero. O a quienes se han instalado en una posición vicaria al cómodo abrigo del presupuesto público.
Se habla de ineficacia en la gestión. ¿Barañain? Los que impiden el gobierno municipal son los que, dentro incluso del PSN, negaron el pan y la sal al anterior alcalde. ¿Zizur? Un grave error, ya reconocido, al elegir a alguien que parece anteponer el medro personal al servicio público. La prueba es que después de arremeter contra todo lo que se movía ha terminado votando con UPN… curioso. ¿Beriain? Léase la carta objeto de disputa y sáquense conclusiones.
Por más que se diga, Nafarroa Bai sigue viva. Hace cuatro años se iba a desleír como un azucarillo. Ahora es un cáncer. Significativa la evolución metafórica, se van resignando, señal que cabalgamos. La última trifulca, debidamente comentada por Sanz y su troupe, no ha sido más que una confrontación de concepciones sobre el tipo de representante que conviene tener en el Consejo General de Caja Navarra; una fiebre infantil de la que la criatura no puede sino salir fortalecida, porque no anda mal de anticuerpos. Eso sí, se impone ya ese debate interno tantas veces aplazado sobre organización, toma de decisiones, apertura a la sociedad, formas de afiliación o el papel de los independientes, que no han de ser la alternativa —una competencia indeseada— a los militantes de los partidos, sino su complemento, el engrudo que hace que Nafarroa Bai sea bastante más que la suma de sus partes. Ello requiere trabajo, pero en Nafarroa Bai hay capacidad, capital humano (empezando por una militancia no siempre reconocida y a veces sacrificada en el altar de intereses superiores) y un proyecto de futuro. Seguramente el primer proyecto realmente integrador, que concibe Navarra como un todo, y no como realidades enfrentadas o la mera yuxtaposición de identidades, algunas molestas. En Nafarroa Bai cabe toda Navarra. Está por ver si otros pueden decir, y practicar, lo mismo.
Bikain, Juan Carlos! Supongo que lo has escrito con intención de sacarlo en los papeles. Muy bueno lo del azucarillo y el cáncer (la resignación), no es ningún intento de echar balones fuera atacando simplemente a los otros con el clásico "pues tú más peor", sino que poniendo en evidencia también lo de los demás, entras a modo también en las deficiencias actuales de Nabai, con la seguridad de lo de la presencia de anticuerpos en un cuerpo joven... En fin, muy buen artículo, de agredecer.
ResponderEliminarEskerrik Asko Juan Carlos!
ResponderEliminarLos simpatizantes de Nafarroa Bai, necesitasmos reflexiones como esta. Animo. Este crisis debe convertirse en oportunidad de futuro.
¡brillante y certero JC! espero que los que no navegan en la red lo vean pronto en papel. Nos ayuda a salir de la habitación cerrada del vértigo que ha producido este triste espectáculo. Sitúa la justa distancia entre una disputa entre partidos que sólo les perjudica a ellos y a la coalición que forman, y las disputas de la Navarra Oficial que se saldan con castigo al erario público.
ResponderEliminarClaro y rotundo!!
ResponderEliminarA seguir construyendo, que tenemos una bonita tarea por delante.
Al lehendakari Sanz, el Corellano I, lo sustentan sueldos privados dependientes de lo público a destajo. Preguntas quién gobierna en Navarra... Se oye de todo pero luego no sale en prensa nada o casi nada. Y mientras, se lo van repartiendo todo todo... Te leo y siento impotencia, pero hay que seguir.
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