Las líneas que siguen recogen el contenido de mi participación en el encuentro organizado por Mujeres Progresistas de Navarra sobre el tema Mujer e inmigración hoy: un reto para la convivencia, un reto para el progreso (Pamplona, 16 de noviembre de 2007). Es sólo un esquema, resultado de un trabajo de documentación más que de investigación, pero quizá pueda ser útil para reflexionar sobre temas de gran calado social o servir como acicate para profundizar en su estudio.
1. Introducción: inmigración y tópicos
La inmigración ha crecido con gran rapidez en los últimos años, lo que seguramente ha contribuido a la generación de preocupación social, con la difusión de algunos tópicos falsos y dañinos para la convivencia social.
Frente a tales tópicos, se puede afirmar con mucha mayor solvencia que las personas inmigrantes no compiten por el empleo con la población autóctona; no saturan los servicios sanitarios, ocasionando el deterioro de su calidad; no son responsables de la pérdida de calidad del sistema educativo público; recurren a las prestaciones sociales en mucha menor medida que la población autóctona; generan un aportación neta positiva, tanto a la Hacienda Pública como a la Seguridad Social; con su actividad laboral, pero también —lo que se suele olvidar a menudo— de consumo, contribuyen a ensanchar la base productiva de la economía y a alimentar buena parte de los flujos económicos en los que se basa nuestro bienestar.
En suma, los inmigrantes, hombres y mujeres, son, en general, más contribuyentes que perceptores. Son usuarios de servicios generales, como sanidad y educación, pero su acceso a ayudas específicas (desempleo, VPO, becas) es mucho menor.
2. La inmigración en Navarra: algunos datos
Fuerte crecimiento de la población de origen extranjero (pasa del 1,7% de la población en 2000 al 9,2% en 2007), de la que el 46% son mujeres.
Mayor tasa de actividad que la población autóctona (77%, frente a una media del 61%).
Mayor temporalidad (60% frente a 27% en 2007).
Mayor tasa de paro (casi duplica la media de Navarra).
Las tasas de actividad de las mujeres inmigrantes varía según su origen, aunque no hay una pauta geográfica que lo explique.
3. Mujer e inmigración
3.1. La decisión de emigrar
Todos los procesos implicados en la decisión de emigrar deben ser analizados teniendo en cuenta la relación social de desigualdad que impone el género, que agrava la situación de las mujeres emigrantes, particularmente afectadas por problemas de integración en el mercado de trabajo de los países de destino: se acumulan los obstáculos y se enfrentan a una discriminación multidimensional. Así pues, la decisión de emigrar —la experiencia emigratoria en cuanto tal— es diferente para hombres y mujeres, debido a las desigualdades de género.
Se observa una feminización de la emigración, seguramente resultado de una estrategia de supervivencia de los hogares. Si bien el número de mujeres emigrantes siempre ha sido elevado, se incrementa el número de mujeres que emigra de forma autónoma, en tanto que cabeza de familia, y no por razones de agrupamiento familiar o matrimonio.
De alguna manera, la globalización ha dado lugar a un proceso de deslocalización de distinta naturaleza: las actividades que no pueden deslocalizarse porque han de estar próximas a la demanda (servicios) se cubren con mano de obra inmigrante (deslocalización de las personas); por su parte, las actividades que pueden ser deslocalizadas (industrias intensivas en trabajo) se dirigen a países menos desarrollados (deslocalización de las actividades).
Incluso, la distinta situación en países pobres y ricos permite hablar de una transferencia de las actividades de cuidados tradicionalmente realizadas por la mujer en los países ricos: empobrecimiento y aumento de las desigualdades en los primeros; envejecimiento, incorporación de la mujer al mercado de trabajo e insuficiencia de los servicios sociales en los segundos. El resultado es la externalización del trabajo femenino (contratación de mujeres), la transferencia de desigualdades de género y etnia entre mujeres y la generación de cadenas globales de cuidados.
3.2. Inserción laboral
De lo ya expuesto se puede deducir que la mujer se encuentra en una situación específica, al añadirse problemas propios a los que experimenta cualquier inmigrante. Las modalidades de inserción laboral tienen que ver con el sexo, la nacionalidad y la clase o estatus socioeconómico. Las mujeres inmigrantes se enfrentan a relaciones de poder asimétricas en las que ellas están en la posición más desfavorable por la acumulación de obstáculos: como mujeres se enfrentan al patriarcado, en origen y en destino; como inmigrantes (especialmente las del Tercer Mundo) se enfrentan a barreras legales y prejuicios sociales; como trabajadoras predomina la inserción en empleos precarios y marginales.
En el mercado de trabajo para mujeres hay una segmentación similar a la que tiene lugar entre géneros. En cierta forma, se refuerzan los roles de género al ocupar trabajos que las autóctonas no desean.
Las ocupaciones principales de las mujeres inmigrantes son el trabajo doméstico, la limpieza, la hostelería y los servicios sexuales (prostitución). Es decir, se da una sobreespecialización en ocupaciones de baja cualificación y feminizadas, afectadas negativamente por la discriminación de género. La consecuencia es una sobrecualificación aún mayor que en las mujeres autóctonas (en España, por ejemplo, afecta al 48% de las inmigrantes (al 57% de las nacidas fuera de la OCDE) y al 24% de las del país. El hueco en el sistema productivo del país de destino está relacionado con la mencionada transferencia de los cuidados debida a la externalización de tareas ya asignadas a la mujer (trabajo doméstico) en el esquema tradicional de la división sexual del trabajo.
4. Temas de reflexión
Para finalizar, y sin pretender agotar el problema, se pueden plantear algunos temas, en parte tratados en las líneas que anteceden, para orientar una necesaria y profunda reflexión sobre el problema.
En primer lugar, la inmigración es devastadora para la sociedad de origen y también para quien emigra, entre otras cosas por la evaporación del capital humano que supone, especialmente si es mujer.
En segundo lugar, la inmigración sitúa a la sociedad receptora ante un reto que, en el caso de las mujeres inmigrantes es doble: superar la xenofobia o el racismo en sus diversos grados y formas, por un lado, y el machismo, por otro.
Tercero, la mujer inmigrante se enfrenta a limitaciones aún más agudas en sus derechos de ciudadanía: limitaciones para ejercer derechos laborales y políticos en igualdad con el resto de la población; discurso y prácticas discriminatorias en su entorno laboral y vecinal; escaso grado de organización y articulación colectiva.
Para terminar, la vigencia efectiva de derechos fundamentales (libertad, integridad física) se contrapone, a veces dramáticamente, a usos culturales arraigados ¿Qué respuesta debe dar una sociedad democrática?
Algunas referencias
Colectivo Ioé (2005): «Inmigrantes extranjeros en España: ¿reconfigurando la sociedad?». Panorama Social, nº 1, pág. 32-47.
Naciones Unidas (2006): Estado de la población mundial 2006. Nueva York.
OCDE: International Migration Outlook (ediciones de 2006 y 2007). París.
Pereda, C. (Colectivo Ioé) (2007): «Dos claves para comprender las migraciones internacionales. El caso de España» Colloque International Migrants de la Cité a la Citoyenneté: Etat des lieux des recherches européennes. Luxemburgo, mayo de 2007.
Ramírez, C., García Domínguez, M. y Míguez Morais, J. (2005): Cruzando fronteras: remesas, género y desarrollo. Documento de trabajo. Instituto Internacional de Investigaciones y Capacitación de las Naciones Unidas para la Promoción de la Mujer (INSTRAW). Santo Domingo, República Dominicana.
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