Después de tanto ruido en los últimos meses, después de proclamar unos que Navarra no se vende y otros que Navarra, siempre, les ha faltado tiempo para empezar a trapichear a costa de Navarra. El comunicado de ETA anunciando el final del alto el fuego ha contribuido decisivamente a embrollar aún más las cosas. Nada inesperado, por otra parte. Quedaba por saber el momento y ETA ha dejado clara su opción. Ha elegido la mejor coyuntura para dinamitar las negociaciones para la formación de gobiernos alternativos y, concretamente, la posibilidad de que Nafarroa Bai obtuviera la alcaldía de Pamplona. Existe un curioso maridaje entre ETA y UPN-PP, una confluencia de intereses que hace que cada uno se beneficie de las decisiones del otro. De hecho, el PP necesita a ETA y así lo ha reconocido implícitamente con su obsesión enfermiza tras el 11-M, que sólo ha comenzado a ceder cuando el juicio ha ido refutando las peregrinas hipótesis que sucesivamente se ponían sobre la mesa; pero para entonces el PP ya disponía de un nuevo juguete con el que mantener prietas las filas y arremeter contra Zapatero: Navarra.
A su vez, ETA también necesita al PP. Diríase que ha llegado a la conclusión de que Zapatero carece de capacidad de decisión a causa del estrecho marcaje al que está sometido, y que quien puede tomar decisiones efectivas es Rajoy. El corolario es obvio: hacer lo posible para que el PP vuelva al poder. Y hablando de ETA ese «hacer lo posible» pone los pelos de punta.
En medio, Zapatero. Su gran preocupación tras la ruptura del alto el fuego es suavizar la actitud del PP, para mitigar su repercusión en las próximas elecciones generales y lo que, como consecuencia, pueda ocurrir hasta entonces. Curiosamente, el cambio de estrategias da lugar a un nuevo escenario en el que todo vuelve a ser posible. Por un lado, la moderación del PP le puede facilitar la vuelta al gobierno. Por otro, ETA puede acobardarse y facilitar las cosas a Zapatero. Por último, el PSOE puede descubrir que la mano dura vende y optar por seguir esa vía...
Sea lo que sea, la primera víctima de la reunión Zapatero-Rajoy fue el Ayuntamiento de Pamplona. Podrán decir lo que quieran, el PSN podrá intentar salvar la cara —y la dignidad— apelando a que la decisión fue suya. Pero la evidencia es abrumadora, incluyendo la críptica apelación de Rajoy a Zapatero para que «cumpliera lo que habían acordado el lunes», tras su «absurda» pregunta en la sesión de control al Gobierno.
Por cierto, que la lectura del acuerdo del PSN de no apoyar candidaturas que requieran los votos de ANV puede llevar a situaciones curiosas. Por ejemplo, ¿qué pasaría en una votación de los presupuestos de Pamplona en la que NaBai, PSN y ANV estuvieran en contra? Como los votos de ANV serían decisivos para el resultado de la votación el PSN se abstendría, lo que implicaría la aprobación de los presupuestos con la mayoría relativa de UPN. Es decir, el PSN sólo se involucrará en cuestiones de poca enjundia. Entonces, ¿para qué se ha presentado a las elecciones? ¿hay votos más inútiles que los que ha recibido ese partido? En estas condiciones, enternecen las declaraciones de Torrens sobre la oposición que va a hacer. Quizá Mori sepa explicarle lo que significa estar en la oposición en un ayuntamiento, dado el carácter presidencialista de su gobierno (no digamos nada si, además, lo preside alguien del talante autoritario y despótico de Barcina).
Pese a quien pese, ETA marca la agenda política y las decisiones de PSOE y PP. Pese a quien pese, Barcina debe la alcaldía a ETA. Si está dispuesta a aceptar el cargo en una situación de excepcionalidad como la presente y satisfaciendo los deseos de una organización terrorista, debería aplicar criterios igualmente excepcionales y gobernar por consenso, dando entrada en el equipo de gobierno al menos al grupo que, previsiblemente, hubiera obtenido la alcaldía de no mediar el chantaje de ETA.
En resumen, Navarra no se vende pero Zapatero nos ha vendido (y al peor postor).
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