martes, 4 de junio de 2013

Las nada inocentes propuestas del Banco de España

Estos días se ha hablado mucho del último Informe anual publicado por el Banco de España, correspondiente a 2012. El Informe, como ya es habitual, es un repaso a la evolución de la economía española y constituye una fuente imprescindible, tanto por la información cuantitativa que proporciona, como porque compendia el enfoque que de la situación hace el Banco.
  
Lo que en esta ocasión se ha destacado del Informe es una referencia al mercado de trabajo, con un tratamiento muy favorable de la reforma laboral que obvia dos aspectos fundamentales. El primero, que dicha reforma, por alterar completamente el equilibrio entre las partes y desvirtuar hasta hacer prácticamente desaparecer la negociación colectiva, no contiene incentivos para contratar… si no se ha despedido antes. Es decir, se fomenta que las empresas “limpien” sus plantillas de trabajadores caros para reemplazarlos por otros más baratos. Es algo que se está viendo día a día. Tampoco se elimina la tan traída y llevada dualización del mercado de trabajo, puesto que la inmensa mayoría de los contratos nuevos son a tiempo parcial. Cabe temer que si finalmente se consigue, será por abajo, esto es, por la vía de la generalización de la precariedad.

El segundo aspecto que obvia u olvida el Banco de España es que los salarios son una contrapartida fundamental del consumo privado y de la demanda agregada, por lo que las ideas que sugiere pueden agudizar las dificultades para la recuperación económica mediante el empobrecimiento masivo de trabajadores y la ausencia de expectativas positivas para alimentar partidas como la demanda de bienes de consumo duradero.
  
Los principios de la reforma laboral son más que discutibles. Lo que sí parece seguro es que el momento elegido para su puesta en marcha, en plena recesión alimentada por un brutal ajuste fiscal, no podía ser menos oportuno, puesto que iba a estimular destrucciones adicionales de empleo. Los paladines de la flexibilización del mercado de trabajo, lejos de amilanarse con la deriva de las cosas, las achacan a una insuficiente liberalización y reclaman más… más de lo mismo. Éste es el sentido de la argumentación del Banco de España. Después de asegurar que “los logros alcanzados por la reforma laboral en materia de flexibilidad interna y de moderación salarial son esperanzadores” lanza tres propuestas para “mantener y profundizar el impulso reformador” con el fin, dice, de promover la creación de empleo y facilitar la flexibilidad de los salarios:
 
Primera, “establecer nuevas fórmulas que permitieran, en casos especiales, la desviación temporal respecto a las condiciones establecidas en la negociación colectiva. No se entiende bien, porque esa posibilidad ya existe. ¿Hasta dónde considera el Banco de España que habría que llegar?

Segunda, “mecanismos excepcionales para evitar que el salario mínimo actúe como una restricción para grupos específicos de trabajadores con mayores dificultades para su empleabilidad. Aquí ya se va viendo el plumero. El salario mínimo es una antigua obsesión liberal, un fantasma agazapado en su imaginario para amargar los sueños liberalizadores. La situación actual les pone en bandeja un argumento que, por otra parte, viene de muy atrás: el supuesto efecto de exclusión del mercado de trabajo que ejercería el salario mínimo sobre colectivos muy débiles. El argumento puede ser defendible sobre el papel, haciendo abstracción de los datos concretos. Pero cuando el SMI es en España el que es, desasosiega pensar en qué salarios y en qué escenario laboral están pensando los redactores del informe.

La tercera propuesta, de la que se ha hablado poco, es a mi juicio, tanto o más inquietante. Y es que se considera en el Informe que “también se deberían dar pasos adicionales para asegurar que la reducción del alcance de las cláusulas de indexación salarial no se revierta en fases de crecimiento económico. Es de suponer que se refiere a la indexación respecto al IPC. Lo que viene a significar que las pérdidas de capacidad adquisitiva de los salarios se mantengan aun cuando cambie el ciclo. Una nueva vuelta de tuerca en ese proceso de redistribución negativa de la renta que se ha acelerado en los últimos tiempos. La coartada será, supongo, la productividad. La misma que se utiliza para barrer cualquier vestigio de negociación colectiva. Ciertamente, la cuestión es compleja y peliaguda, pero no se puede despachar con esa dogmática ligereza.

El Banco de España nunca se ha caracterizado por su capacidad para romper moldes. Sí, en cambio por su laxitud operativa ante unos agentes económicos y su rigor doctrinal frente a otros. Pero es, desde luego, un auténtico templo de la ortodoxia. Ignoro si ese afán desregulador tiene algún límite que no sea la pura eliminación de cualquier tipo de protección en el mercado de trabajo. Ignoro igualmente si el Banco de España o quienes han elaborado el Informe calibran las consecuencias sociales y económicas. Quizá en el próximo nos encontremos ya alguna “humilde propuesta” à la Swift como remedio al desempleo.
 
 

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