miércoles, 27 de marzo de 2013

De relojes, donaciones espontáneas y Hacienda


Ahora que se habla tanto de devoluciones, donaciones y otros gestos altruistas y espontáneos, y con fines puramente especulativos, se me viene a las mientes un suponer con distintos escenarios.

Supongamos que tras años de arduos trabajos en la empresa, y llegado el momento de cesar en mis responsabilidades, aquélla decide, como es por otra parte habitual, regalarme un reloj valorado en, pongamos, 6.000 euros. Una empresa generosa aunque, bien mirado, los servicios prestados hacen que el gesto esté a la altura de mis merecimientos.

¿Qué hacer con el reloj? Por supuesto, que el asunto del regalo se haga público y suscite indignación por su aparente desmesura no tiene nada que ver con mis dudas. Es mi recta conciencia, de natural modesto y frugal, la que me inunda de escrúpulos para aceptar semejante dádiva. Las interminables vigilias nocturnas que ello me acarrea y las consiguientes reflexiones me conducen suave e imperceptiblemente a la conclusión natural: lo mejor es donarlo, o donar su importe, para fines benéficos, que la cosa está achuchada y son muchas las necesidades. Dicho y hecho, consigo vender el reloj y aplico su importe para bien de mi alma y perdón de mis muchos pecados.

Ahora bien, la historia no acaba aquí. Tengo ante mí tres posibilidades, según como haga las cosas.

ESCENARIO 1. He recibido una retribución en especie, que declaro a Hacienda. Como he realizado una donación en las condiciones previstas en la ley, tengo derecho a una deducción del 25% del importe. Si mi tipo marginal es del 43%, tributo 2.680 euros y me deduzco 1.500, lo que significa un saldo a favor de la Hacienda pública de 1.380 euros. Toda una faena, cocinada al alimón entre la munificencia de mi empresa y los remilgos de mi conciencia.

ESCENARIO 2. Como ese dinero nunca llegó a mi bolsillo (expresión coloquial: cuando se sobrevuela la realidad a la altura a la que yo lo hago, nunca se lleva dinero en el bolsillo), me “olvido” de declararlo. Ahora bien, la entidad beneficiaria cumple escrupulosamente y envía a Hacienda la notificación correspondiente, por lo que aparece automáticamente en mi declaración una deducción de 1.500 euros. Saldo final: no tengo reloj, quedo muy agradecido a la empresa pero los contribuyentes han tenido a bien premiar mi magnanimidad y buena disposición con 1.500 euros.

ESCENARIO 3. “Lo que haga tu mano derecha que no lo sepa la izquierda”. No declaro el regalo ni me beneficio de la deducción. Lo comido por lo servido. Eso sí, espero que Hacienda no se dé por enterada.

Quizá el amable lector, la amable lectora, quiera darme su opinión sobre qué hacer.

Y, ocioso es decirlo, quien dice relojes... Por supuesto, cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.

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