Soy independiente. He asumido gustosamente un compromiso público con Nafarroa Bai cuando se ha estimado que mi colaboración podía ser conveniente u oportuna. A día de hoy mantengo tal compromiso, aunque no tenga una expresión pública explícita.
Esta declaración es, creo, un prolegómeno necesario para entrar en materia, que no es otra que los últimos acontecimientos habidos en relación con la asamblea de Artika y el papel de los independientes en Nafarroa Bai. Para empezar, la confusión generada hace necesario matizar, por enésima vez, que dicha asamblea no lo fue de independientes, sino de personas afines a Nafarroa Bai, lo que se ha dado en llamar nabaizales (en otros ámbitos se han propuesto otras denominaciones para designar a quienes simpatizan con la coalición, como nabaikides, pero creo que esto es lo de menos). Ni nombre figuraba entre quienes la convocaban (el procedimiento para seleccionar ese grupo de personas ya se ha explicado), porque creí, creo, que el debate siempre es conveniente, que el momento lo requería y que podía ser de utilidad.
Uno de los elementos que me ha dejado peor sabor de boca de cuanto se ha podido oír en los últimos meses es un discurso antipartidos que lleva, incluso, a minusvalorar, cuando no despreciar, el papel de sus militantes. No se trata de teorizar sobre ello ni de negar los inconvenientes del sistema de partidos en general y del funcionamiento de partidos concretos en particular. Pero Nafarroa Bai no sería nada sin los partidos que la conforman. De vez en cuando surgen comentarios o reflexiones que se delectan morosamente en la idea de una Nafarroa Bai (con la denominación que fuere) sin partidos. Algo que sería gozosamente acogido y jaleado en todo el abanico político, aunque condenado, en el mejor de los casos, a ser flor de un día y puntilla de cualquier posibilidad de cambio en Navarra. Con más frecuencia de la deseable se oye argumentar en términos de «nosotros» (los puros, los independientes) contra «ellos» (los contaminados, los partidos), siendo ese «ellos» informe y de composición variable, de manera que un partido puede pasar de ser considerado carne de altares a hechura de Satanás a golpe de coyuntura.
Es probable que mucha gente se apresure a negar cuanto estoy diciendo. Son cosas que cuesta reconocer. Pero son un hecho cierto y ahí están, gusten o no. Con los militantes ocurre algo parecido. Se oyen comentarios que parecen destilar una concepción de la militancia como un estado imperfecto o inacabado, frente a la perfección seráfica de los agraciados con la condición de «independientes», cuando en realidad se podría decir lo contrario, puesto que las personas que militan tienen, al menos, la virtud del compromiso, incluso en la disidencia o el desacuerdo. Y se ignora, quizá deliberadamente, que sin el trabajo voluntario de muchas de estas personas Nafarroa Bai no hubiera sido nada, porque la base logística que hace que la coalición esté presente en muchos lugares y se puedan hacer cosas tan elementales como mítines o charlas (más se deberían hacer) la aportan ellas.
Se ha hablado mucho, y no voy a abundar en ello, sobre la condición de independiente en Nafarroa Bai. A menudo he dicho que no me gusta la palabra, aunque la utilizo por pura convención. En todo caso, como ya se apuntó en Artika, hay una incoherencia lógica en el hecho de reivindicar la organización de los independientes a la manera convencional. No niego que pueda existir alguna forma organizativa, que caracterizaría como «difusa», pero la desconozco y tampoco sé que haya ninguna propuesta concreta al respecto. Por mucho que moleste que se diga, si las personas independientes se organizan al modo convencional y piden su tocaparte en los órganos de decisión de Nafarroa Bai en cuanto tal colectivo, quizá no sean un partido en el sentido estricto del término, pero sí un cuasi-partido, un grupo organizado que se comporta como si fuera un partido. ¿Y qué pasa con quienes no quisieran integrar ese grupo? ¿Tendrían derecho a formar su propio grupo y reclamar su representación? ¿Dónde está el límite? No está, porque es convencional, porque, en última instancia, cada persona independiente es un partido. Quizá es que se confunde independencia con ansias de pertenecer a un partido denominado Nafarroa Bai. Pero eso es otra cosa, bien distinta. En mi caso, puedo decir que aunque existiera esa posibilidad de afiliación, muy probablemente seguiría siendo independiente.
Apoyé el acuerdo Aralar-EA en su momento, no porque fuera perfecto, que no lo era, sino porque era un primer paso en el camino que consideraba adecuado, el de la supervivencia de Nafarroa Bai. No tengo ninguna duda de que si no se hubiera abierto el melón en ese momento, habría llegado el momento de cerrar listas y todavía se estaría discutiendo de estas cosas. Aplaudí la posterior incorporación del PNV porque iba en la misma dirección y contribuye a enriquecer Nafarroa Bai. (una digresión: no soy del PNV ni estoy en el «entorno jeltzale». Mis convicciones izquierdistas no tiemblan ante la presencia de ese partido en Nafarroa Bai. Más aún, la considero imprescindible. Y nadie destilando un conservadurismo brezneviano me va a explicar con quién hay que asociarse para ser «progresista, de izquierdas y abertzale»). Deseo igualmente que Batzarre continúe en Nafarroa Bai porque también tiene mucho que aportar. Aquí no sobra nadie, a nadie se puede obligar a estar y la lealtad interna debe ser un requisito esencial para que su funcionamiento sea fluido y eficaz, algo que, a pesar de la imagen idílica que a veces se transmite, no ha ocurrido estos últimos años. Tampoco me parece mal que las personas independientes que participen en los órganos de decisión de Nafarroa Bai lo hagan en función de sus responsabilidades públicas en representación de la coalición. Creo también que se ha hecho un fetiche de la paridad, cuando es un aspecto menor y se pueden conseguir los mismos objetivos con otras fórmulas. Asumo el riesgo de anatema.
Siguiendo con el papel de pitufo gruñón (qué le vamos a hacer, hoy toca disentir), no comparto buena parte del contenido del escrito enviado por los organizadores de la asamblea de Artika a la Permanente de Nafarroa Bai y del que habla la prensa, respondiendo al comunicado enviado por Aralar, EA y PNV a dicha asamblea. Puede ser discutible la forma utilizada por estos partidos, así como la negativa a hacer uso de la palabra. Pero el escrito me pareció claro y respetuoso. Ya sabemos que el antónimo de abierto es cerrado. Pero eso ni pone ni quita a que una cosa pueda estar abierta y formar parte de un proceso irreversible. Y debe ser irreversible, a no ser que se pretenda obviar los errores del pasado, ignorar lo que ha funcionado mal y mantener las cosas como están a cualquier precio. Lo inmóvil sólo puede estar cerrado, nunca abierto, porque es ajeno por naturaleza a todo cambio.
En un ejercicio aritmético ingenuo, algunas personas atribuyen a «los independientes» todos los votos de Nafarroa Bai que no son de cada uno de los partidos (utilizando para ello, curiosamente, resultados de elecciones pasadas que, sin embargo, no son válidos cuando otros intentan servirse de ellos). En mi opinión, ese diferencial no sería atribuible en cuanto tal a la presencia de independientes sino al hecho mismo de la conformación de la coalición, esto es, a la unión de los partidos. La coalición aporta el caldo de cultivo de un espacio transversal en el que se cuenta con personas independientes. Una concepción que entiendo errónea de este hecho, así como el intento de apropiación de unos resultados electorales que a todos pertenecen, termina por generar una situación que se antoja paradójica, y es que esa función aglutinadora, de argamasa, de aproximación de diferentes y hasta distantes, que debería corresponder a los independientes, se ha transferido a los partidos y sus militantes. Quizá sea un fracaso de los independientes. Quizá es que las cosas no podían ser de otro modo, precisamente por la imposibilidad lógica del concepto de «independientes» como grupo organizado.
Es hora ya de dedicarse a los problemas de la sociedad navarra, a la crisis, a las alternativas económicas, al problema ambiental, al modelo de sociedad. Y dedicarse a ellos con la responsabilidad de quien debe ser actor fundamental en su definición. Si no es así, estaremos ante un inmenso fracaso del que todos seremos culpables. Dicho sea desde la posición estrictamente personal de un independiente… ¿será el momento de definirse como independiente de los independientes de Nafarroa Bai?
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