domingo, 28 de marzo de 2010

El tránsito de EHN a Iberdrola: de la economía productiva a la especulativa

En octubre de 2004 se cerró un acuerdo en virtud del cual Acciona adquiría el 50% del capital de Energía Hidroeléctrica de Navarra (EHN) a Sodena (39,58%) y Caja Navarra (10,42%). De esta manera Acciona se convertía en propietario único de EHN, puesto que en 2003 ya había adquirido el otro 50% a Cementos Portland (21%), Sodena y Caja Navarra (17%), así como la autocartera generada tras la retirada de Iberdrola (12%). Acciona es un conglomerado diversificado que, en el momento de su entrada en EHN contaba con una potencia instalada en energía eólica de 138 megavatios, frente a los 573 megavatios de EHN.


La operación suscitó considerable polémica, por la justificación aducida y por el uso dado a los 307 millones de euros en plusvalías obtenidos por el Gobierno de Navarra, invertidos en Iberdrola en unas condiciones más que discutibles. De acuerdo con el informe de la Cámara de Comptos, la entrada en Iberdrola supuso en total 264 millones de euros, ya que a los 173 millones que costaron las acciones hay que sumar los casi 91 de la operación de aseguramiento que se suscribió con Caja Navarra. Curiosamente, en marzo de 2007 Sodena decidió no suscribir un nuevo seguro, «dada la situación del mercado así como de los valores correspondientes a Iberdrola»: profético. A 26 de marzo de 2010, esas acciones valían 227 millones de euros. Curiosamente también, Caja Navarra está omnipresente en todas estas operaciones, pero nunca arriesgando nada: en la relación entre el Gobierno y la Banca Cívica muchas veces es difícil saber quién está al servicio de quién.

Entre las razones para justificar la venta, se adujo que el mapa eólico de Navarra estaba completo o que el plan estratégico de EHN preveía unas inversiones de 2.000 millones de euros que el sector público navarro no podía asumir. Y, sobre ellas, la fundamental, la más esclarecedora: era, en palabras de Sanz, «positiva para los intereses generales de los navarros». Dejando aparte esta última, por vacía e inconsistente, las otras dos tampoco tienen demasiada enjundia y parecen más bien dictadas por la necesidad de decir algo: la primera porque EHN estaba ya experimentando una expansión que, en la medida en que podía permitir la adquisición de una dimensión adecuada para enfrentarse a las necesidades financieras que impone mantenerse tecnológicamente en puestos de cabeza, ha de ser considerada saludable; la segunda, porque el mencionado plan fue elaborado estando ya Acciona en EHN y, seguramente, atendiendo a sus intereses corporativos. Últimamente, para añadir el insulto a la injuria, se vuelve a oír hablar de ampliar o reabrir el mapa eólico.

No es raro que una empresa llegue a un punto en su existencia en el que se enfrente a la disyuntiva de dar el salto más allá de su mercado de origen (muchas veces regional o local) o desaparecer en el torbellino de la competencia internacional. Es, pues, una cuestión de pura supervivencia, que puede asegurarse, de tener éxito, por dos vías: el crecimiento a partir de los propios recursos o la integración en una empresa o grupo más grande, a menudo multinacional. El grupo cooperativo de Mondragón (con 4.000 empleos en Navarra) es un ejemplo de lo primero; la fuerte presencia de multinacionales en Navarra refleja, en parte, lo segundo. Que se opte por una u otra vía depende tanto de la idiosincrasia empresarial como del contexto, es decir, del sesgo de la política industrial y tecnológica (cuando existe).

Tradicionalmente las políticas de fomento han consistido en Navarra en la atracción de inversiones foráneas. Ello ha dado buenos resultados y ha permitido un crecimiento sostenido, con sus efectos ya conocidos sobre la renta y el empleo. A cambio, los centros de decisión están fuera, lo que se ve agravado por el hecho de que la mayoría de las plantas instaladas en Navarra forma parte de grupos multinacionales de diversa, pero siempre elevada, complejidad organizativa. Las decisiones, por tanto, se toman teniendo en cuenta el interés global del grupo, que no va a coincidir necesariamente con el de plantas individuales y, si hay algún sesgo, suele favorecer al lugar donde se ubica la sede social, normalmente su lugar de origen, donde también tienden a localizarse los centros y actividades de I+D. Habida cuenta de que una de las grandes debilidades de Navarra es la carencia de iniciativas empresariales, puede terminar, como consecuencia de este proceso, reducida a un área puramente manufacturera, con el riesgo consiguiente —esta vez sí— de deslocalización, porque los factores que han explicado el atractivo de Navarra para la inversión ni son permanentes ni son exclusivos.

La manera de sortear estos inconvenientes es suscitar actividad a partir del propio potencial y en actividades tecnológicamente avanzadas, ya procedan las iniciativas del sector privado, del público o de la cooperación de ambos. EHN reunía las condiciones para ello. Por un lado, podía haber sido el núcleo de un grupo industrial potente con centro en Navarra (toma de decisiones, I+D); por otro, constituir el motor del desarrollo tecnológico en un campo tan sensible y con tantas posibilidades de futuro como el de las energías alternativas. A pesar del compromiso de Acciona de mantener la sede social de EHN en Navarra, las decisiones de mayor trascendencia ya no se toman aquí y, en cualquier caso, se está al albur de la conveniencia de una empresa cuyo grado de compromiso puede variar por circunstancias que quedan fuera del control del Gobierno de Navarra. Cuando tantos gobiernos desearían tener una herramienta como EHN para incidir en el desarrollo económico y tecnológico, en Navarra se desperdició con razones, las oficiales, de escaso fuste, y mostrando, una vez más, la considerable —y sospechosa— miopía que parece afectar irremisiblemente a la derecha gobernante navarra cuando se trata de tomar decisiones en las que hay beneficios que asignar. La misma diligencia —y opacidad— con que el sector público foral se desembarazó de EHN se puso luego, por ejemplo, en la «nacionalización» del circuito de Los Arcos. No creo exagerado afirmar que la venta de EHN es el mayor error de política industrial que se ha cometido en Navarra en muchos años. Que además se hayan amparado pelotazos y se decidiera invertir, por razones oscuras (las oficiales no son creíbles) y quizá inconfesables, en Iberdrola, muestra claramente el tránsito desde el uso productivo de los recursos públicos al meramente especulativo y la visión caciquil y cortijera que de Navarra tiene UPN.

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