viernes, 15 de junio de 2007

Cambalache: ¡Qué falta de respeto, qué atropello a la razón!

Después de tanto ruido en los últimos meses, después de proclamar unos que Navarra no se vende y otros que Navarra, siempre, les ha faltado tiempo para empezar a trapichear a costa de Navarra. El comunicado de ETA anunciando el final del alto el fuego ha contribuido decisivamente a embrollar aún más las cosas. Nada inesperado, por otra parte. Quedaba por saber el momento y ETA ha dejado clara su opción. Ha elegido la mejor coyuntura para dinamitar las negociaciones para la formación de gobiernos alternativos y, concretamente, la posibilidad de que Nafarroa Bai obtuviera la alcaldía de Pamplona. Existe un curioso maridaje entre ETA y UPN-PP, una confluencia de intereses que hace que cada uno se beneficie de las decisiones del otro. De hecho, el PP necesita a ETA y así lo ha reconocido implícitamente con su obsesión enfermiza tras el 11-M, que sólo ha comenzado a ceder cuando el juicio ha ido refutando las peregrinas hipótesis que sucesivamente se ponían sobre la mesa; pero para entonces el PP ya disponía de un nuevo juguete con el que mantener prietas las filas y arremeter contra Zapatero: Navarra.

A su vez, ETA también necesita al PP. Diríase que ha llegado a la conclusión de que Zapatero carece de capacidad de decisión a causa del estrecho marcaje al que está sometido, y que quien puede tomar decisiones efectivas es Rajoy. El corolario es obvio: hacer lo posible para que el PP vuelva al poder. Y hablando de ETA ese «hacer lo posible» pone los pelos de punta.

En medio, Zapatero. Su gran preocupación tras la ruptura del alto el fuego es suavizar la actitud del PP, para mitigar su repercusión en las próximas elecciones generales y lo que, como consecuencia, pueda ocurrir hasta entonces. Curiosamente, el cambio de estrategias da lugar a un nuevo escenario en el que todo vuelve a ser posible. Por un lado, la moderación del PP le puede facilitar la vuelta al gobierno. Por otro, ETA puede acobardarse y facilitar las cosas a Zapatero. Por último, el PSOE puede descubrir que la mano dura vende y optar por seguir esa vía...

Sea lo que sea, la primera víctima de la reunión Zapatero-Rajoy fue el Ayuntamiento de Pamplona. Podrán decir lo que quieran, el PSN podrá intentar salvar la cara —y la dignidad— apelando a que la decisión fue suya. Pero la evidencia es abrumadora, incluyendo la críptica apelación de Rajoy a Zapatero para que «cumpliera lo que habían acordado el lunes», tras su «absurda» pregunta en la sesión de control al Gobierno.

Por cierto, que la lectura del acuerdo del PSN de no apoyar candidaturas que requieran los votos de ANV puede llevar a situaciones curiosas. Por ejemplo, ¿qué pasaría en una votación de los presupuestos de Pamplona en la que NaBai, PSN y ANV estuvieran en contra? Como los votos de ANV serían decisivos para el resultado de la votación el PSN se abstendría, lo que implicaría la aprobación de los presupuestos con la mayoría relativa de UPN. Es decir, el PSN sólo se involucrará en cuestiones de poca enjundia. Entonces, ¿para qué se ha presentado a las elecciones? ¿hay votos más inútiles que los que ha recibido ese partido? En estas condiciones, enternecen las declaraciones de Torrens sobre la oposición que va a hacer. Quizá Mori sepa explicarle lo que significa estar en la oposición en un ayuntamiento, dado el carácter presidencialista de su gobierno (no digamos nada si, además, lo preside alguien del talante autoritario y despótico de Barcina).

Pese a quien pese, ETA marca la agenda política y las decisiones de PSOE y PP. Pese a quien pese, Barcina debe la alcaldía a ETA. Si está dispuesta a aceptar el cargo en una situación de excepcionalidad como la presente y satisfaciendo los deseos de una organización terrorista, debería aplicar criterios igualmente excepcionales y gobernar por consenso, dando entrada en el equipo de gobierno al menos al grupo que, previsiblemente, hubiera obtenido la alcaldía de no mediar el chantaje de ETA.

En resumen, Navarra no se vende pero Zapatero nos ha vendido (y al peor postor).

lunes, 11 de junio de 2007

Iter facite: accesibilidad y movilidad en Pamplona

«Un hombre que cumplidos los treinta acude a trabajar en autobús puede considerarse un fracasado». Esta frase de Margaret Thatcher —además de machista— resume con gran claridad la posición de la derecha sobre el transporte público: políticamente conservadora, económicamente regresiva, ambientalmente insostenible y socialmente poco democrática. Y ésa es la política que se ha seguido en la Comarca de Pamplona las dos últimas legislaturas, liderada por el equipo de Barcina y seguida sumisamente (a pesar de postular de boquilla ideas a veces opuestas) por la Mancomunidad.

Al fomento incesante de las necesidades de movilidad se ha respondido facilitando el trasiego de coches, mediante, por ejemplo, la habilitación de viales de gran capacidad o la construcción de aparcamientos en el centro. Y ello, además, sin un sistema integrado de transporte público, porque el existente es el resultado de la mera yuxtaposición de dos redes diferentes en sus objetivos y en sus planteamientos: una de transporte urbano y otra de transporte interurbano, que deja amplias zonas y franjas horarias sin atender y alimenta los flujos de tráfico. Una muestra de la falta de voluntad real de fomentar el transporte público (se diga lo que se diga en los informes y pronunciamientos institucionales) es la política de tarifas. La financiación pública —de enorme rentabilidad social— es cicatera (el vigente Plan deTransporte se ha financiado con las nuevas licencias de taxi) y, para colmo, las tarifas vienen aumentando sistemáticamente por encima del IPC, especialmente las sociales. El resultado es un encarecimiento para el ciudadano del transporte público en relación con el privado, lo que disuade su uso, y se agravan los problemas del tráfico: congestión, contaminación, ruido, dificultades de accesibilidad (en tiempo, coste y molestias) para personas y colectivos no motorizados y, en definitiva, deterioro de la calidad de vida urbana. Todo ello contribuye a su vez a una menor calidad del transporte público, en un círculo vicioso que termina con la ciudad colapsada, ante la indiferencia de la Administración.

En un intento de encubrir el desinterés por encarar el problema, se exhibe el incremento del número de viajeros como prueba de que se sigue la política acertada. Sin embargo, para que tal incremento pueda ser considerado síntoma de una mayor eficacia del transporte público, parece necesario que vaya acompañado de un cambio de modos de transporte, especialmente del coche al autobús. No sólo no ha ocurrido eso, sino que el volumen de desplazamientos en transporte privado ha crecido más deprisa. Si aumenta el número de viajeros, se debe sobre todo al crecimiento de la población y a que ésta está más dispersa, lo que incrementa notablemente las necesidades de movilidad: los municipios que más crecen en la Comarca son los de menor tamaño y más alejados del centro, mientras que Barañáin, Burlada, Pamplona o Villava crecen por debajo de la media. Si dividimos el número de viajeros entre la población, vemos que desde el año 2000 hay una tendencia clara a la reducción del indicador, es decir, que la población aumenta a mayor ritmo que el número de viajeros. En resumen, lo que se exhibe con tintes triunfalistas como prueba de éxito esconde, en realidad, un empeoramiento de la calidad y una menor eficiencia del transporte público.

Hay una vieja idea —puesta, por cierto, estos días en el candelero por Aznar con su apología de la libertad para conducir borracho— propia de un liberalismo superficial y zafio, que identifica las normas de convivencia social (salvo, claro, las que protegen la propiedad privada y aseguran el orden público) con restricciones de la sacrosanta libertad individual, asociada en el caso del transporte con la posesión y el uso del vehículo privado en cualquier contexto, también el urbano. Nada más lejos de la realidad. Incluso, por paradójico que parezca, la permisividad con el coche no sólo no favorece la igualdad, sino que la reduce; por el contrario, la restricción del tráfico privado y el fomento del transporte público contribuye a democratizar la calle, puesto que facilita la accesibilidad de personas que, de otro modo, encontrarían su movilidad restringida. Buena prueba de ello es que la mejora de los sistemas de transporte público da lugar normalmente a un aumento de los desplazamientos —la denominada movilidad inducida—, es decir, desplazamientos, sobre todo por razones de ocio o compras, que en la situación anterior no se producían. Esto enlaza con otro tópico muy extendido y no avalado —al contrario, la evidencia disponible apunta en la dirección opuesta— por los estudios empíricos: se trata del supuesto de que restringir el aparcamiento en el centro debilita la actividad económica, especialmente la comercial.

La situación de la Comarca de Pamplona requiere actuaciones decididas de fomento del transporte público para asegurar el derecho de la ciudadanía a la movilidad en condiciones social, ambiental y económicamente sostenibles, y garantizar la accesibilidad al centro de la ciudad, como elemento vertebrador de todo el tejido urbano (que desborda con generosidad los límites administrativos que imponen los términos municipales). Así, Nafarroa Bai ha lanzado una propuesta que, junto a la mejora de los modos existentes o la ordenación urbana pensando en modos alternativos al coche (no recluyendo a la bicicleta o al peatón en espacios residuales sin interés para el automóvil), incluye un modo nuevo en la Comarca, como es el tranvía (salvando, por supuesto, honrosos antecedentes ferroviarios). El tranvía presenta numerosas ventajas desde el punto de vista de la accesibilidad, el consumo, el ruido, la sostenibilidad o la estética urbana. Incluso un presunto inconveniente como la reserva de suelo no es tal, ya que la ocupación dinámica de espacio del tranvía es mucho menor que la del automóvil. En la Comarca hay itinerarios con un número de viajeros que supera ya los límites que el autobús puede cubrir con solvencia, con lo que no sólo no se atiende debidamente la demanda, sino que se contribuye a la congestión. Pero, sobre todo, ha de ser entendido —además de como un modo de transporte— como una herramienta de gestión del tráfico y de ordenación del espacio urbano.

Se ha llegado a un punto en que no basta con la pura gestión de temas concretos tomándolos por separado. Toca hacer ciudad y para ello es necesaria una visión global e integradora —una idea de ciudad— y, sobre todo, voluntad. La política de transporte es una herramienta fundamental en la consecución de ese objetivo, para que efectivamente Iruñerria sea más que la suma de sus partes (municipios, barrios, personas). El tándem UPN-CDN —apocado y marchito— carece del bagaje, la capacidad y, mucho menos, la voluntad de acometer la tarea.

(Diario de Noticias, 11 de junio de 2007)

jueves, 7 de junio de 2007

El buhonero Rajoy y sus trapicheos

A punto estuvo nuestro lehendakari en funciones de quedarse sin voz, clamando contra la venta de Navarra o para evitar que Navarra fuese moneda de cambio. La derecha, quizá por afinidad, ha demostrado su aprovechamiento del magisterio de Goebbels, dedicando su mucha
pericia a la fabricación de artefactos con los que atacar al gobierno y acceder de nuevo a un poder del que se considera dueña natural. La mencionada venta de Navarra es un buen ejemplo, al igual que la ruptura de España a cuenta del Estatut , o la teoría de la conspiración , una y otra vez desmentida en las sesiones del juicio por el 11-M, sin que a nadie se le pase por la cabeza rectificación alguna o pedir disculpas por el vilipendio que han sufrido las víctimas.

Lo que son las cosas (arrieros todos al fin), apenas unas horas después de conocerse los resultados de las elecciones, Rajoy —cada vez más metido en su papel de duque de Alba— se dedicaba ya a usar Navarra, no ya como moneda sino como un cromo en un cambalache de patio de colegio: yo te doy Canarias, tú me das Navarra. Después de juntar unos miles de personas para gritar, entre otras cosas, que Navarra no se vende (o lindezas como esto es España y al que no le guste que se vaya), suena más bien a fraude. A lo mejor la costumbre de pertenecer al grupo parlamentario canario les lleva a mezclar churras con merinas y confundir territorios fiscales.

Usan Navarra como arma arrojadiza en sus obsesivas trapazas anti Zapatero, devaluándola (y devaluándonos) hasta extremos a los que sólo el capricho de los números pone coto (nada puede perder más del 100% de su valor), para escarnio e indignación —supongo— de tantos militantes y votantes de UPN que creyeron el discurso tremendista y votaron el 27 de mayo pensando que se ventilaba algo más que la permanencia de la derecha en el poder y el cambio político (no es que hayan cogido cariño a los cargos, beneficios, canonjías y prebendas, es que parecen haberse fundido con ellos, hasta considerarlos parte de su esencia —aquello por lo que una cosa es lo que es, que diría Aquino—).

En el colmo de la humillación para UPN y, sobre todo, para Navarra, el presidente del PP se pone a discutir nuestro futuro con el PSOE, primero a través de la prensa y después en el Congreso, pero siempre en Madrid; porque no se olvide que no ha sido Sanz quien, en un ejercicio más de su acreditado y acrisolado patriotismo, ha ofrecido el sacrificio de Navarra en el altar de la grandeza de España, sino Rajoy. Ignorando olímpicamente, por cierto, a Coalición Canaria, su antigua (y, al parecer, próxima) aliada: sería bueno tomar nota del sentido de la lealtad que se practica en el PP.

Que la palabra escrúpulos no está en el diccionario de Sanz (de la misma forma que reyno no está en el de la Academia) es cosa sabida, por reiterada. Pero que hayan tardado —él y Rajoy— tan poco en mostrar su verdadera cara asombra, porque hasta del más cínico se espera que
guarde las formas. La expresión de Rajoy ha sido, en este sentido, ilustrativa, puro franquismo sociológico: espera que en Navarra suceda lo que ha ocurrido siempre (y si no, manifestación, habrá que añadir). También dijo en su día que «Navarra será lo que los navarros y el resto de los españoles quieran»; la matización no es inocente. Y si no, hagan cuentas: según los datos oficiales, la población de Navarra es el 1,35% de la española. Lo que significa que, de hecho, Rajoy está diciendo que Navarra será «lo que el resto de los españoles quieran». Y se demuestra día a día. El mismo Acebes se ha dignado a dar la venia a UPN, al declarar que este partido «tiene toda la confianza del PP» para negociar: esto va adquiriendo tintes de sucursalismo bananero.

Los ejemplos se han sucedido la pasada semana y seguirán apareciendo perlas de calibre y calidad crecientes, a medida que se aproximen los momentos decisivos y —esperemos— se vayan difuminando las esperanzas de la derecha en la eficacia de sus chantajes. En el colmo de la incongruencia, ahora resulta que para Rajoy lo natural es un gobierno UPN-PSN, cuando hasta hace bien poco lo hubiera considerado contra natura, pecado nefando merecedor de todos los anatemas. Por supuesto, añade, si el PSN gobierna con Nafarroa Bai, significará que detrás hay un pacto. ¡Acabáramos! Es que de eso se trata, y sería deseable que, de darse el caso, se haga con transparencia. Aunque tal como lo ha formulado Rajoy suena igual que aquello que le dijo a Zapatero: «Si usted no cumple le pondrán bombas y, si no hay bombas, es porque ha
cedido». Manipulador y obsceno.

Elorriaga también ha aportado su granito de arena en esta feria del disparate, al afirmar que la voluntad del PP es llegar a acuerdos con partidos cuyas ideas y programas sean afines, evitando pactos extravagantes. Ahora resulta que UPN y PSN persiguen los mismos fines; que el pacto
de fuerzas progresistas para gobernar es extravagante , y no lo es un pacto entre un partido conservador y el PSN, cuyo único fundamento sería una supuesta amenaza inventada por la derecha precisamente para poner en el brete a los socialistas. Porque para Elorriaga el principal problema de Navarra es la presión del nacionalismo vasco y no el estado en que UPN deja la sanidad (la peor valorada), la educación, las desigualdades sociales o el fuero. Hay algo que nubla el entendimiento de estas gentes; esperemos que no sea contagioso.

UPN ha generado en estos años un clima de enfrentamiento civil entre navarros, siguiendo la estela del PP en Madrid, simplemente para mantenerse en el poder, renunciando a la pedagogía política. La consecuencia es visible en el mapa de Navarra a poco que se analicen los
resultados: hay una fractura que no sólo es política o social, sino espacial, alimentada por UPN en una estrategia insensata para consolidar los votos en el sur. El PSN tiene la oportunidad de frenar ese proceso —y, de paso, de asegurar su supervivencia política y organizativa— contribuyendo a la cohesión territorial de Navarra y convenciendo a los ciudadanos —el movimiento se demuestra andando— de que las mentiras vienen todas del mismo sitio y de que el cambio no sólo es posible, sino deseable.

En enero de este año Rajoy —erigiéndose una vez más en mercachifle de los intereses de Navarra— dijo a Zapatero en el Congreso: «No está en sus manos torcer la voluntad de los navarros». Esperemos que así sea. Pero no se olvide que quien eso dice busca a su vez hacerlo, con mentiras y manipulaciones.

(Diario de Noticias, 7 de junio de 2007)